La Digna Voz
Como una manera de
promover y difundir el proceso de conformación de la identidad colectiva
de las comunidades zapatistas, articuladas por las Juntas de Buen
Gobierno y los Caracoles, el movimiento neozapatista en Chiapas invitó
hace algunos meses a la sociedad civil para participar en la escuelita
zapatista. Con el propósito de dar a conocer de primera mano la manera
en que construyen un nuevo orden social -a pesar del hostigamiento
sistemático de las instituciones liberales y la indiferencia hostil de
los medios de comunicación- las comunidades zapatistas abrieron sus
puertas para mostrarle al mundo su andar por los caminos de la
resistencia y la autonomía.
La semana pasada, en el marco de la 6ª. Semana de la Sociología, celebrada en la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, compartí una mesa de análisis con el profesor Gualberto Díaz González y el maestro Felipe Casanova. La intención fue sugerir algunos elementos de análisis para comprender los alcances y características de la propuesta educativa neozapatista, contando con las experiencias de primera mano los colegas, quienes asistieron a la escuelita zapatista.
Como es de conocimiento público, el levantamiento zapatista en 1994 planteó desde un primer momento su intención de trabajar a favor de la autonomía de las comunidades indígenas sin repudiar su pertenencia a la nación mexicana. Su fuerza moral obligó al gobierno de Zedillo a negociar y firmar los acuerdos de San Andrés que luego traicionó promulgando una ley indígena -diseñada por Manuel Bartlett y Diego Fernández- que ignoró los acuerdos y ninguneó los derechos a los herederos de Zapata. Ese hecho así como la matanza de Acteal, operada por el hoy secretario de Educación Emilio Chuayfet, demostró claramente que el sistema político (partidos políticos y poderes del estado) no estaba dispuesto a negociar con el EZLN sino mas bien hacer todo lo posible para enterrarlo en el olvido y la marginación social.
La respuesta del movimiento fue contundente: fundaron los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno para organizar la vida política, económica y social de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y echó a andar un proyecto social que se ha ganado el respeto y admiración a lo largo y ancho del mundo. Fieles a sus ideas y sus luchas, los neozapatistas comprendieron desde el principio que una parte fundamental en la construcción de la autonomía descansaba en un programa educativo que cimentara una identidad colectiva anclada en la autonomía frente al poder del estado mexicano y su clase dirigente. Convencidos de que la educación oficial tuvo y tiene la finalidad de homogeneizar a la población, destruyendo la diversidad cultural particularmente de las comunidades indígenas, los neozapatistas articularon un modelo de educación basado en el trabajo y con un fuerte énfasis en la historia de las luchas indígenas, en franca oposición a la historia oficial, ésa que siempre redactan los poderosos y en las que sólo aparecen los indígenas muertos pero nunca los vivos.
Habrá que señalar que la escuelita zapatista estaba dirigida a los simpatizantes no indígenas que acudieron al llamado del movimiento pero seguramente inspirada en los principios que guían al programa educativo que utilizan para educar la niñez y juventud que vive en los MAREZ. Es por ello que, a partir de esa experiencia, es posible inferir la dinámica educativa y los principios que la alientan en la cotidianeidad del movimiento.
De acuerdo con los testimonios de mis colegas, una de las cosas que más les llamó la atención fue que las clases no se llevaron a cabo en un salón, a la manera tradicional, sino en la milpa y en constante diálogo con su Votán, especie de tutor asignado a cada participante, quien los acompañó a lo largo de su estancia. Nada de lecciones y exámenes sino diálogo y trabajo. Inspirado en la propuesta pedagógica de Paulo Freire, quien critica a la educación liberal (la distingue como la educación bancaria en la que el estudiante recibe de manera pasiva los depósitos de conocimientos elegidos por el poder) y sugiere que la educación debe apuntar hacia la emancipación del individuo y no a la acumulación de conocimiento impuesto, el neozapatismo se propone construir una educación que libere a las comunidades de la explotación, el racismo y la discriminación consustanciales al capitalismo imperante; muy de la mano de la ideas de Antonio Gramsci, quien puso en el centro de la resistencia de los explotados la construcción de nuevos valores para la conformación de una contrahegemonía que sirva de dique a los valores dominantes.
Un rasgo central en el proyecto educativo del movimiento descansa en la certeza de que la única manera de sobrevivir con dignidad, enfrentando la ofensiva sistemática del estado liberal mexicano, es oponiéndose a la educación hegemónica, ésa que desde tiempo del porfiriato considera a los indígenas un obstáculo al desarrollo nacional y por ende los ‘educa’ para que se nieguen a sí mismos.
En este sentido, el movimiento neozapatista en Chiapas ejemplifica sin lugar a dudas la naturaleza y el carácter de la educación después del liberalismo: enemiga del individualismo que coloca a la competencia mecánica en el centro de la dinámica social y a favor de la cooperación entre individuos libres y conscientes de su lugar en la comunidad como fuerza reguladora del orden social. Y al mismo tiempo, una educación que parta de las necesidades cotidianas, de la resolución de problemas prácticos enfrentados por y desde la comunidad, y no de la acumulación de información controlada desde arriba para someter y naturalizar la desigualdad y la explotación. En tiempos en que se discute el sentido y finalidades de la educación convendría mirara hacia abajo, hacia el movimiento zapatista y su programa educativo, para vislumbrar un horizonte nuevo en el cual la educación sea el camino hacia la libertad, hacia la construcción de un mundo donde quepan muchos mundos.
Fuente: http://lavoznet.blogspot.mx/ 2013/11/la-educacion-despues- del-liberalismo-la.html
La semana pasada, en el marco de la 6ª. Semana de la Sociología, celebrada en la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, compartí una mesa de análisis con el profesor Gualberto Díaz González y el maestro Felipe Casanova. La intención fue sugerir algunos elementos de análisis para comprender los alcances y características de la propuesta educativa neozapatista, contando con las experiencias de primera mano los colegas, quienes asistieron a la escuelita zapatista.
Como es de conocimiento público, el levantamiento zapatista en 1994 planteó desde un primer momento su intención de trabajar a favor de la autonomía de las comunidades indígenas sin repudiar su pertenencia a la nación mexicana. Su fuerza moral obligó al gobierno de Zedillo a negociar y firmar los acuerdos de San Andrés que luego traicionó promulgando una ley indígena -diseñada por Manuel Bartlett y Diego Fernández- que ignoró los acuerdos y ninguneó los derechos a los herederos de Zapata. Ese hecho así como la matanza de Acteal, operada por el hoy secretario de Educación Emilio Chuayfet, demostró claramente que el sistema político (partidos políticos y poderes del estado) no estaba dispuesto a negociar con el EZLN sino mas bien hacer todo lo posible para enterrarlo en el olvido y la marginación social.
La respuesta del movimiento fue contundente: fundaron los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno para organizar la vida política, económica y social de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y echó a andar un proyecto social que se ha ganado el respeto y admiración a lo largo y ancho del mundo. Fieles a sus ideas y sus luchas, los neozapatistas comprendieron desde el principio que una parte fundamental en la construcción de la autonomía descansaba en un programa educativo que cimentara una identidad colectiva anclada en la autonomía frente al poder del estado mexicano y su clase dirigente. Convencidos de que la educación oficial tuvo y tiene la finalidad de homogeneizar a la población, destruyendo la diversidad cultural particularmente de las comunidades indígenas, los neozapatistas articularon un modelo de educación basado en el trabajo y con un fuerte énfasis en la historia de las luchas indígenas, en franca oposición a la historia oficial, ésa que siempre redactan los poderosos y en las que sólo aparecen los indígenas muertos pero nunca los vivos.
Habrá que señalar que la escuelita zapatista estaba dirigida a los simpatizantes no indígenas que acudieron al llamado del movimiento pero seguramente inspirada en los principios que guían al programa educativo que utilizan para educar la niñez y juventud que vive en los MAREZ. Es por ello que, a partir de esa experiencia, es posible inferir la dinámica educativa y los principios que la alientan en la cotidianeidad del movimiento.
De acuerdo con los testimonios de mis colegas, una de las cosas que más les llamó la atención fue que las clases no se llevaron a cabo en un salón, a la manera tradicional, sino en la milpa y en constante diálogo con su Votán, especie de tutor asignado a cada participante, quien los acompañó a lo largo de su estancia. Nada de lecciones y exámenes sino diálogo y trabajo. Inspirado en la propuesta pedagógica de Paulo Freire, quien critica a la educación liberal (la distingue como la educación bancaria en la que el estudiante recibe de manera pasiva los depósitos de conocimientos elegidos por el poder) y sugiere que la educación debe apuntar hacia la emancipación del individuo y no a la acumulación de conocimiento impuesto, el neozapatismo se propone construir una educación que libere a las comunidades de la explotación, el racismo y la discriminación consustanciales al capitalismo imperante; muy de la mano de la ideas de Antonio Gramsci, quien puso en el centro de la resistencia de los explotados la construcción de nuevos valores para la conformación de una contrahegemonía que sirva de dique a los valores dominantes.
Un rasgo central en el proyecto educativo del movimiento descansa en la certeza de que la única manera de sobrevivir con dignidad, enfrentando la ofensiva sistemática del estado liberal mexicano, es oponiéndose a la educación hegemónica, ésa que desde tiempo del porfiriato considera a los indígenas un obstáculo al desarrollo nacional y por ende los ‘educa’ para que se nieguen a sí mismos.
En este sentido, el movimiento neozapatista en Chiapas ejemplifica sin lugar a dudas la naturaleza y el carácter de la educación después del liberalismo: enemiga del individualismo que coloca a la competencia mecánica en el centro de la dinámica social y a favor de la cooperación entre individuos libres y conscientes de su lugar en la comunidad como fuerza reguladora del orden social. Y al mismo tiempo, una educación que parta de las necesidades cotidianas, de la resolución de problemas prácticos enfrentados por y desde la comunidad, y no de la acumulación de información controlada desde arriba para someter y naturalizar la desigualdad y la explotación. En tiempos en que se discute el sentido y finalidades de la educación convendría mirara hacia abajo, hacia el movimiento zapatista y su programa educativo, para vislumbrar un horizonte nuevo en el cual la educación sea el camino hacia la libertad, hacia la construcción de un mundo donde quepan muchos mundos.
Fuente: http://lavoznet.blogspot.mx/
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