Algo está ocurriendo
 de lo que no se habla mucho en los fórums mediáticos y políticos del 
país, que está teniendo un enorme impacto en la calidad de vida de 
nuestro presente y de nuestro futuro. Me estoy refiriendo al gran 
deterioro del medio cultural en el cual está sumergida la infancia. Un 
indicador de ello, entre otros, es el mundo mediático al cual están 
expuestos los niños. Y no me refiero solo al número de horas que los 
infantes están frente al televisor u otros medios visuales de 
entretenimiento, lo cual continúa siendo un problema grave (en EEUU, 
donde este tipo de estudios se realiza sistemáticamente, este tiempo de 
exposición ha subido de una hora y media en los años setenta a cerca de 
cuatro horas ahora). Me estoy refiriendo, además del tiempo de 
exposición, al marcado deterioro de los contenidos del producto 
mediático. El deterioro en el contenido educativo de los programas 
televisivos o de los videojuegos ha sido muy marcado, con un incremento 
muy notable de la promoción del consumismo, del individualismo, de la 
violencia, del narcicismo, del egocentrismo y del erotismo como 
instrumentos de manipulación. La evidencia de que ello es así es 
abrumadora. Estos contenidos –que configuran muy negativamente los 
valores de la sociedad- están muy extendidos en toda la sociedad, 
incluidos los adultos. Pero lo que es todavía más preocupante es que 
muchos de estos valores se presentan incluso con más intensidad en los 
programas orientados a los infantes. Y la situación está empeorando. Me 
explicaré. 
A mediados de la década de los años setenta, se
 hizo un estudio sobre el contenido de los programas de televisión para 
los niños y niñas en EEUU. Lo hicieron investigadores de la The Johns 
Hopkins University. En dicho estudio se vio que la violencia, muy 
generalizada en los programas de televisión de EEUU, estaba incluso más 
presente, paradójicamente, en los programas orientados a los infantes. 
Este estudio creó un revuelo considerable en aquel país. Y me tocó a mí 
presentarlo en el Congreso de EEUU, no como Profesor de la Universidad 
que hizo el estudio, sino como dirigente de la Asociación Americana de 
Salud Pública (American Public Health Association, APHA), habiendo sido 
elegido de su Executive Board por los 50.000 miembros de esta 
Asociación. 
El Comité de Asuntos Sociales del Congreso de 
EEUU organizó una serie de testimonios para analizar qué estaba 
ocurriendo en los programas de televisión orientados a la infancia. Y 
convocó una sesión en la que estaban los presidentes de las tres cadenas
 de televisión más importantes de EEUU (CBS, ABC y NBC) por un lado, y 
el representante de la APHA (que era yo), por el otro. Siempre recordaré
 aquel momento. Allí estaba yo, hijo de la Sagrera, el barrio popular 
por excelencia de Barcelona, España, con el enorme privilegio (en un 
país de inmigrantes) de representar a mis colegas de la APHA y defender 
los intereses del pueblo estadounidense frente a tres de las personas 
más poderosas de EEUU, que en su testimonio intentaban ridiculizar el 
mío, subrayando que yo estaba exagerando el impacto de esos programas en
 la infancia de EEUU. Puesto que no podían cuestionar los datos que 
documentaban la enorme violencia de los programas infantiles, se 
centraban en negar que tuvieran impacto en los infantes. Este argumento 
fue fácil de desmontar, con la pregunta que les hice delante del 
Congreso: “Si ustedes creen que sus programas no tienen ningún impacto 
entre los niños, ¿por qué cuesta casi un millón de dólares cada anuncio 
comercial que aparece en dichos programas?”. No respondieron. Negar que 
tales programas tengan un impacto en los televidentes es absurdo. El 
Congreso de EEUU, por cierto, no hizo nada, pues no osaban contrariar a 
esos grupos de poder. 
La situación se está deteriorando 
Y
 la situación es incluso ahora peor. Esta fijación de los infantes a los
 medios audiovisuales está ampliamente extendida, a través ahora de los 
videojuegos, que están sustituyendo a la televisión. El grado de 
exposición de los infantes a los videojuegos ha alcanzado un nivel que 
sobrepasa con mucho el tiempo frente al televisor. La transmisión de los
 valores citados anteriormente a través de estos videojuegos es masiva. 
Es el equivalente al “fast food” (comida basura) en el mundo 
psicológico, cultural e intelectual. De ahí que en varios países 
europeos se esté considerando prohibir la importación de videojuegos 
procedentes de EEUU (que son extraordinariamente violentos), que 
contaminan masivamente a los niños y niñas. Creo que las autoridades 
públicas españolas deberían considerar su prohibición, como está 
ocurriendo en varios países en Europa. 
Pero, además de la 
contaminación que muchos de estos videojuegos suponen para la infancia, 
esta exposición a la cultura del videojuego sustrae al infante de otras 
actividades. Existe evidencia de que a mayor exposición televisiva y 
mayor tiempo dedicado a los videojuegos, menor es la capacidad de 
lectura y comprensión de textos. La lectura de libros –los clásicos de 
la infancia, desde Heidi al Petit Prince- está disminuyendo muy 
rápidamente. Se me criticará que esta nota traduce una nota de 
nostalgia, lo cual no es cierto, pues mi crítica no es que no se lean 
estos textos, sino que no se lea este tipo de textos, en los que la 
narrativa conecta al individuo con la realidad que lo rodea, ayudándolo a
 desarrollar una visión solidaria, amable y colectiva de la sociedad. 
Enfatizar la fuerza, el ego, el yo y la satisfacción rápida e inmediata 
de lo deseado, sin frenos, nos llevará a todos a un suicidio colectivo. Y
 me preocupa que ya esté ocurriendo. Si quieren ver su futuro, vayan 
ahora a EEUU, y lo verán. El cambio sufrido desde la década de los 
ochenta, cuando se inició la época neoliberal con Reagan y Thatcher, ha 
sido enorme. El neoliberalismo, el canto al “éxito” sin frenos, el 
individualismo, el narcisismo, el darwinismo, han inundado todas las 
áreas de la cultura de la infancia. 
Las niñas como objetos sexuales 
Otro
 elemento de deterioro de la cultura infantil y juvenil está en la 
reproducción de los estereotipos, detrás de los cuales hay una relación 
de poder. Uno de los más marcados es el que reproduce la visión machista
 de la sociedad, presentando a las mujeres como objetos deseados 
eróticamente, y que afecta marcadamente a la infancia. Esta visión ha 
alcanzado dimensiones patológicas. En los países más machistas (y España
 está en el tope de la lista), la mujer va siempre muy escotada (y cada 
vez más), y si no, vean los telediarios. ¿Por qué no van los hombres en 
los noticiarios escotados cuando dan las noticias, y sí las mujeres? La 
imagen erótica, con una definición de belleza establecida por el hombre,
 está alcanzando tal nivel hiperbólico que se inicia ya incluso en las 
vestimentas infantiles con las muñecas Barbie. Varios países europeos 
–como Francia- están también pensando en prohibir tales tipos de 
muñecas. Se está alcanzando un nivel que exige una movilización, 
protestando contra esta contaminación con la promoción de unos valores 
que son dañinos para la infancia y para la población en general. Espero 
que el lector se sume a estas movilizaciones. Si usted ama a su país, le
 sugiero que haga algo. No deje que le manipulen ni a usted ni a sus 
hijos, hijas, nietos o nietas. ¡Indígnese! ¡Haga algo! 
Vicenç
 Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra,
 y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University. 
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