¡INAPLICABILIDAD DE LEY Nº29944 LEY DE REFORMA MAGISTERIAL; PAGO INMEDIATO DEL 30% POR PREPARACION DE CLASES Y EVALUACION!

Para tener Presente

"Los Maestros, al ponernos al servicio del Estado, no hemos vendido nuestra conciencia ni hipotecado nuestras opiniones, ni hemos perdido nuestra ciudadanía. El hecho de recibir una suma mensual de dinero significa sólo el pago de nuestros servicios profesionales, pero no el pago de un silencio y de una conformidad que repugna. Quienes pretenden que el maestro debe "callar, obedecer y trabajar", están en un error, y cometen un insulto a la dignidad humana... ". José Antonio Encinas

¿REFORMA EDUCATIVA?

¿Reforma educativa para mejorar la calidad académica? Es posible esto sin atender el rezago educativo en materia de infraestructura en zonas marginales, con estudiantes mal alimentados y desnutridos, sin planes de estudio acorde a las necesidades de la población.

Evaluar a los maestros, ¿Quiénes, las instituciones corruptas del Estado? ¿La Ministra Bachiller que no sabe quien proclamó la independencia del Perú? ¿Los intelectuales “expertos” de la televisión? ¿Los periodistas mercenarios asalariados de la gran empresa?


ley de reforma magisterial y la destitucion por inasistencia y tardanza

06 septiembre 2013

El maloliente negocio de los libros de texto


España es uno de los pocos países desarrollados en los que la escolarización obligatoria supone un esfuerzo económico muy considerable para las familias, pese a que el artículo 27 de la Constitución consagra el derecho a estudiar y el apartado 4 del mismo artículo establece que “la enseñanza básica es obligatoria y gratuita”. Pese a tan grandilocuente declaración casi un tercio de las familias españolas se ve incapaz de asumir el gasto que supone la vuelta al colegio.
El mandato constitucional se convierte en papel mojado – otro más – ante la realidad de un negocio que mueve más de mil doscientos millones de euros al año: Los libros de texto. Un negocio que tiene detrás a poderosas instituciones capaces de dictar leyes o acomodar a su interés las existentes, para lo que han contado siempre con la colaboración de todos y cada uno de los distintos gobiernos de la nación.
¿Quién controla este negocio?
El primer grupo empresarial en volumen de negocio lo constituye la Iglesia Católica, que no satisfecha con los casi cinco mil millones de asignación directa del estado, ha tejido una maraña de empresas omnipresentes en el ámbito educativo. La Iglesia es propietaria –total o parcial- de las siguientes editoriales:
* Grupo SM: Fundada por religiosos marianistas. En la actualidad opera en 9 países. El acrónimo SM significa "Santa María".
​* Grupo Edebé: Fundada por la Congregación Salesiana. Hace negocio en todo el mundo con editoriales propias en Argentina, Chile y México. En el País Vasco tiene el sello Giltza, en Galicia Rodeira, en la Comunidad Valencia Marjal y en Andalucía Guadiel.
* Editorial Edelvives: El Grupo Editorial Luis Vives pertenece al Instituto de los Hermanos Maristas y mediante su editorial intentan fomentar lo que ellos denominan "humanismo cristiano".
* Editorial Bruño: Fundada por el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas La Salle. Como buenos empresarios, y para ampliar su patrimonio, en 2001 los Hermanos de La Salle llegaron a un acuerdo de venta con el grupo francés Hachette Livre, del que también forma parte el grupo editorial español Salvat. De hecho, existe una línea denominada "Publicaciones Generales Bruño-Salvat" que cuenta con un catálogo especializado en publicaciones infantiles y juveniles, con personajes como Kika Superbruja, Astérix, Titeuf...
Hay que resaltar que la Iglesia católica impone los libros de texto de sus editoriales en los más de 2.600 centros educativos públicos que gestiona directamente, lo que redondea el negocio y el adoctrinamiento que practica.
Los otros dos grupos empresariales que controlan el resto del negocio editorial de libros de texto son:
* Hachette Livre. Precisamente, otro importante beneficiario es el grupo Hachette que, aparte de la editorial católica Bruño, también se hizo en 2004 con el importante Grupo Anaya donde se incluyen marcas como Algaida, Vox, Cátedra, Pirámide o Alianza.
Este grupo es propiedad del conglomerado francés Lagardère que, además de dedicarse a la publicación, tiene una línea de negocio armamentística a través de la sociedad EADS, creadora, entre otros proyectos, del Airbus.
Grupo PRISA. Es el gigante de la comunicación española, propietario de El País, la Cadena Ser, etcétera. Su sección de negocio editorial lo comprende la Editorial Santillana, de la que recientemente ha vendido un 25% del capital al fondo de inversión estadounidense Liberty.
El nuevo consejo de administración de PRISA está integrado por personajes como Ernesto Zedillo, expresidente de México bajo cuyo mandato se produjo el levantamiento campesino del EZLN, Nicolas Berggruen, con un patrimonio personal de más de 2.000 millones de dólares o, como no, Juan Luis Cebrián, hijo de Vicente Cebrián, importante cargo de la prensa franquista y director del diario Arriba de la Falange.
¿Son necesarios hoy en día los libros de texto?
En la era de la información el libro de texto tal y como se conoce es un búnker al margen de la realidad. Se obliga a los escolares a un conocimiento unidireccional, normalmente de calidad pésima, sin proporcionarles herramientas de acceso al conocimiento global. El conocimiento que se adquiere es de naturaleza memorística, sin que el alumno pueda participar activamente de los saberes que se le inculcan, limitándose a abrir el libro por la página que señala el maestro y aprenderse la lección, la más de las veces incompleta y sesgada.
Conociendo a los que se encargan de elaborar las materias que han de estudiar nuestros escolares no es de extrañar que la educación así concebida esté manipulada en demasiadas ocasiones. El discurso dominante se repite machaconamente desde la escuela y así nos encontramos con textos que recitan los mantras habituales del neoliberalismo y que ocultan gran parte de la realidad social y ecológica del planeta, como demuestra el estudio comparativo sobre contenidos de libros de texto realizado por Ecologistas en Acción
En el extremo más descarado podemos encontrar libros enteramente dedicados a inculcar los valores del capitalismo salvaje entre los niños, como es el caso de “Mi primer libro de Economía, Ahorro e Inversión”, incluido por la Junta de Castilla la Mancha para el curso 2013/14 como texto que sustituye a la defenestrada Educación para la Ciudadanía, un material que parte de la defensa a ultranza de la iniciativa económica privada en la generación de riqueza y el fomento del espíritu emprendedor, piedra angular del pensamiento económico del PP y que ha sido elaborado por una directora de la entidad financiera “Inversis Banco”.
Este modelo educativo es sumamente beneficioso para las clases dominantes, que pueden repetir sus dogmas sin prácticamente oposición. Una educación basada en la búsqueda de información y el procesado de la misma por parte del alumnado no les interesa en absoluto ya que abre la puerta a realidades alternativas. Es tal la oposición del cártel editorial a cualquier innovación tecnológica en la escuela, que han llegado a acusar a alguna administración pública de piratería por tratar de introducir el libro electrónico en las aulas.
Frente a esta situación de auténtica tiranía del libro de texto – económica e ideológica - se alzan cada vez más voces críticas entre el profesorado, con iniciativas tan interesantes como El día sin libro de texto , la Asociación Otra escuela es posible , aulas virtuales como la de la Plataforma Educativa Aragonesa y muchas más.

El monólogo del poder y la resistencia social

Cambio de Michoacán

Dos intensas jornadas de movilización en la ciudad de México enmarcaron en esta ocasión el peculiar mensaje de Enrique Peña Nieto con motivo de su primer Informe de Gobierno. El sábado 31 de agosto, Cuauhtémoc Cárdenas encabezó una marcha en defensa del petróleo nacional, en la que participaron grupos del PRD, contingentes de la CNTE, del Morena y ciudadanos independientes, y en la que el hijo del general Cárdenas se pronunció también contra la iniciativa de reforma educativa que agrede a los profesores. El domingo 1°, los profesores de la CNTE y del movimiento #Yosoy132 marcharon en dirección al Palacio Legislativo de San Lázaro, aunque no pudieron llegar por el dispositivo policiaco que rodeaba al recinto. En ese día, jóvenes a los que convencionalmente se llama anarquistas o Bloque Negro, se enfrentaron con los granaderos usando proyectiles y cocteles molotov. Después, las manifestaciones contra la mal llamada reforma educativa y la planeada apertura del sector petrolero al capital transnacional han continuado, como se sabe, el miércoles 4 y el jueves 5. Pero no sólo eso sino que las movilizaciones se han extendido a entidades donde la CNTE no ha tenido fuerza con anterioridad, como Jalisco, Veracruz, Yucatán, Baja California, Baja California Sur o Chihuahua. En muchas otras regiones de manera más incipiente también has manifestaciones que reflejan un proceso de rápida corrosión de las estructuras corporativas del Sindicato de Trabajadores de la Educación SNTE desde sus bases. El movimiento amenaza con seguir creciendo, y más después de este fin de semana en que se realizará la concentración convocada por López Obrador en la ciudad de México y se anunciarán los términos de la iniciativa presidencial de reforma hacendaria.
El mensaje de Peña Nieto el lunes 2 no pudo ser más opaco. Se omitieron datos esenciales de la realidad nacional como el estancamiento económico —que ha abatido el empleo, a pesar de la en su momento cacareada reforma laboral—, el retorno del proceso inflacionario, la inseguridad imparable, la persistencia del control territorial por los más fuertes grupos delincuenciales que denuncia la incapacidad del Estado y sus órganos, las constantes violaciones a los derechos humanos, el creciente descrédito en la procuración y administración de la justicia, la insatisfacción social —también progresiva— con las reformas llamadas “estructurales” promovidas por el Ejecutivo. En cambio, en el discurso presidencial se censuró a los grupos de autodefensa y se descalificó como minoritarios a los grupos que se oponen a sus iniciativas reformistas.
Desde el gobierno de Felipe Calderón, es cierto, una desdichada reforma constitucional eliminó la obligación del jefe de Estado y también jefe de Gobierno de la República de asistir personalmente a la apertura del periodo de sesiones del congreso y rendir ahí un informe del estado de la administración pública. El otrora acto republicano de comparecencia y diálogo entre poderes (al menos en su intención jurídica, aunque el régimen metapresidencial de la era priista lo convirtió en el Día del Presidente) fue sustituido por lo que Porfirio Muñoz Ledo llamó “un modelo insólito de escisión de poderes, equivalente a la ruptura de relaciones en el universo diplomático”. El camino iniciado así por el calderonismo ha desembocado ahora en un acto donde los poderes de la Unión mismos, la representación popular, se encuentran como tales excluidos y el “mensaje”, mero acto mediático, se emite desde la residencia del presidente, no desde la sede del Ejecutivo (el Palacio Nacional). No sorprende que una prédica de intolerancia como la que espetó Peña Nieto el 2 de septiembre se diera en la residencia de Los Pinos y frente al muy limitado auditorio de 1 500 invitados del Presidente, la verdadera minoría o elite que maneja los hilos del poder en el país.
La imagen que hoy se da del Estado de los poderes públicos es el de un Legislativo ninguneado por el siempre más poderoso Ejecutivo, e incluso sometido a éste, donde el diálogo directo de la representación popular con la institución presidencial es un imposible. No asombra que este presidencialismo de nuevo cuño tampoco escuche las demandas directamente emanadas de los sectores de la sociedad, particularmente de los ubicados en la subalternidad y la debilidad económica y política.
De manera aún más paradójica, a la distancia, sin la presencia del Legislativo, Peña se dio el lujo de emplazar a éste a “transformar a México” en el término de un periodo de sesiones, 120 días, aprobando las iniciativas de reformas “estructurales” por las que tiempo ha los poderes económicos vienen clamando.
Pero también, por otra parte, el cuadro del propio Ejecutivo fue el de un poder cuestionado y aun asediado por los sectores que, quizás minoritarios pero muy numerosos, han tenido que usar, además de argumentos consistentes pero no atendidos, su número mismo como forma de presión para hacerse escuchar. Imposibilitado Peña Nieto de acudir a San Lázaro, o siquiera al Palacio Nacional para exteriorizar su mensaje, consideró primero hacerlo dese las instalaciones militares (con toda la carga simbólica que ello hubiera implicado) para hacerlo, finalmente desde lo que no deja de ser la residencia particular del titular de la presidencia. La pobreza de este tosco monólogo del poder sólo es mediada por la acción de difusión —que no de comunicación— de los grandes medios convencionales, particularmente los televisivos, como casi único vínculo entre el emisor y el resto de la sociedad.
“Nadie puede imponer su verdad a los demás”, sentenció el secretario de Gobernación al entregar el informe escrito en la sede del Congreso el 1° de septiembre, y que “los intereses de unos cuantos (sic) no deben anteponerse al bienestar de las mayorías”. Pero tanto la Presidencia como el propio Congreso han sido refractarios a las propuestas o demandas de los grupos opuestos a su programa de reformas. La lógica de “mayorías” y “minorías” no ha sido, ni será suficiente en estos procesos ni para dirimir la legitimidad de las iniciativas ni para convencer de que mediante ellas se logre el bienestar social. Al final de cuentas, el actual gobierno se instaló con el voto de sólo el 24 por ciento del listado nominal de ciudadanos habilitados para votar en 2012. Los 60 millones de éstos que no acudieron a votar o que votaron por otras opciones son, sin duda, una mayoría frente a los 19 millones que lo hicieron por Peña Nieto. La legitimidad de un gobierno no es, entonces, una cuestión numérica, sino algo sólo apreciable por su capacidad para generar, a través de una comunicación dialógica, consensos no sólo en las esferas donde de por sí se concentra el poder político como la parlamentaria, sino en el conjunto de la sociedad.
La resistencia social hoy volcada a las calles no parece que vaya a disminuir en lo inmediato sino, por el contrario, estar en una fase de ascenso y aun de radicalización. Frente a ella, la vía hasta hoy ensayada, la del monólogo introspectivo de la oligarquía en el poder, según la caracterización clásica de Robert Michels, no parece en absoluto fructífera ni eficaz.
Eduardo Nava Hernández. Politólogo – UMSNH
Fuente: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/editorial-8655

Qué quiero de la Educación



Esta juventud entusiasta es bella.
Tiene razón, pero aunque estuviera equivocada, la amaríamos”.
José Martí

Tenemos escuelas que son cárceles. La estructura autoritaria, los códigos de vestimenta, el énfasis en el silencio y el orden, el reforzamiento negativo, la pérdida de autonomía individual, la no participación en la toma de decisiones, la racionalización de la libertad e, incluso, el alinearse en filas son características comunes entre las prisiones y los colegios. Así que, en principio, la pregunta que convendría lanzar sería: ¿por qué? ¿Por qué se utilizan métodos represivos en la escuela? ¿Es realmente necesario? Evidentemente, no.
El modelo dominante en los sistemas educativos de la mayor parte del mundo comenzó a aplicarse en el siglo XVIII. Fue una propuesta innovadora de la Ilustración, una revolución dentro de la Revolución Industrial que proponía la construcción de un sistema educativo público que siguiera los cánones de la época, los cuales eran el eran, entre otros, el estudio de la cultura clásica y su herencia. Esto implicaba irremediablemente que, quien no alcanzase ese nivel de conocimiento, no valdría para el estudio.
Las clases consistían en la lección magistral del profesor, en el aprendizaje memorístico de los conocimientos sin una conexión lógica entre unos y otros, en el castigo físico y psicológico, en la incuestionable superioridad moral del enseñante, en el rol pasivo de los estudiantes y en la evaluación por unos resultados parciales y coyunturales. Tres siglos después, el modelo de producción, el ordenamiento de las ciudades, los medios de comunicación y, sobre todo, la tecnología han cambiado mucho, pero en las escuelas sigue aplicándose mecánicamente el método mencionado unas líneas más arriba. A pesar de poseer los más modernos aparatos electrónicos que nos permiten acceder a todo tipo de información en unos segundos, en las aulas sigue impuesta la pizarra de tiza, la voz monótona y aburrida del docente se convierte en la única banda sonora y la verdad suprema reside en los libros de texto. Lo más emocionante que vivirá el alumno será la contemplación de las láminas y dibujos estáticos que sirven a modo de ilustración, mientras mira por la ventana el parque donde las hojas de los árboles no son dibujos, sino una realidad.
Aunque no poseo los conocimientos suficientes, me atrevo a aventurar que gran parte del abandono y del fracaso escolar -cuestiones socioeconómicas y culturales aparte-, y de los trastornos de hiperactividad y falta de atención son, sencillamente, consecuencia de un sistema obsoleto. Porque no tiene sentido que niños y niñas estén siendo bombardeados continuamente con publicidad, noticias, música, videojuegos, mientras en las aulas debe reinar la quietud y el aislamiento más absolutos. Además, ¿por qué han de estar los niños en silencio todo el día, si lo propio de la infancia es la espontaneidad? ¿Por qué han de sentarse en pupitres individuales, cuando el contacto con sus iguales es el mayor de los aprendizajes? Todos estos mecanismos contribuyen a afirmar que, en nuestras escuelas, el alumnado no puede expresarse genuinamente. A través de la coacción y el castigo se impone el silencio, y la originalidad es asesinada con la imposición de tareas repetitivas y uniformes. Y es que, como ya han denunciado muchos profesionales de la enseñanza, esta escuela mata la creatividad de los niños y niñas, les impide cuestionarse la realidad y los convierte en personas dependientes.
En el mismo sentido, se trata de un sistema en el que la autoestima juega un papel totalmente secundario. Diariamente, los alumnos y alumnas reciben el mensaje de que la persona triunfadora es la que alcanza los resultados exigidos (resultados medidos según sus pautas y con los que diferimos completamente) y, por lo tanto, los que no lo alcanzan no merecen consideración ni atención; se les infravalora y prejuzga. Es, por supuesto, imposible hablar en estos casos de la existencia de herramientas y personas dispuestas a atajar los problemas del alumnado con una atención personalizada. Es más fácil quitárselos de encima diciendo: “¡Haga este PCPI y sáquese el título rápido!”.
En otros casos los estudiantes muestran un desinterés total por las materias no sólo por la forma en que se imparten las clases, sino también porque las perspectivas de futuro son más que desalentadoras. Y es que lo que vivimos y vemos a nuestro alrededor son puestos de trabajo precarios, jornadas laborales larguísimas y extenuantes, paro, emigración forzada, imposibilidad de emanciparse... En resumen, una vida infeliz de explotación y en crisis en la que las titulaciones apenas se valoran.
Pero los que nos quedamos dentro de las aulas también somos víctimas de las peleas de fieras que se propician porque el valor más estimado es la competitividad. Lo más importante es la consecución de tu objetivo, aunque para ello tengas que pasar por encima de tus compañeros y compañeras. Asimismo, sufrimos en primera persona a la escuela como institución de la sociedad civil transmisora de la ideología de la clase dominante, en palabras de Gramsci. Nuestros oídos están atiborrados de mensajes cuyo objetivo es la aceptación de la moral burguesa y católica y la desarticulación de la conciencia de clase a través de distintos mecanismos como la despolitización, la condena a los pensamientos alternativos o la promoción de la mediocridad.
Los docentes son en gran medida responsables de todo lo anteriormente referido, aunque, por otra parte, también víctimas. ¿Quién no se ha encontrado con profesores que odian su trabajo? Seguro que más que los que lo aman, por desgracia. Ser docente es una de las profesiones más difíciles y requiere mucha entrega y entusiasmo, no es como ser ingeniero o conductor de autobuses. El profesor trata día a día con personas muy especiales a quienes va a transmitir sus conocimientos y las herramientas necesarias para interactuar con el mundo, tiene que saber comunicarse y ser guía y ayuda de sus alumnos y alumnas. No queremos licenciados de matemáticas dando clase, queremos profesores, pedagogos verdaderamente interesados en el aprendizaje de los jóvenes, profesionales que sepan y adoren estar con sus estudiantes. Los licenciados pueden dedicarse a otras millones de cosas, los profesores sólo a una, la más importante: educar al futuro.
Es bastante comprensible, aunque no menos trágico, por qué la escuela se convierte en una experiencia traumática para muchos niños y jóvenes.
La escuela del futuro me trae aún más dolores de cabeza. Lo que tanto costó construir a nuestras abuelas y abuelos se derrumba, en completa consonancia con la lógica neoliberal. La escuela pública, para aquellos que sólo poseen la fuerza de sus manos, será -ya es en gran parte- un negocio. Es un drama que vayan a especular con el futuro de todos y que sólo accedan a la educación los que puedan pagarla, como si la educación fuese una mercancía. Resulta que es un derecho. Entonces, los pobres seremos doblemente pobres: desposeídos e ignorantes. Nos están echando del sistema educativo, y eso demuestra, una vez más, que el capitalismo es estructuralmente incompatible con la educación pública y universal.
Pero no quisiera que se cometiese el mismo error de muchos movimientos estudiantiles lo largo de la historia, que, a pesar de la sangre vertida y del sacrificio por un futuro mejor, no han sabido o no han podido hacer una propuesta en positivo que estuviera lo suficientemente concretizada. Denunciar es necesario, construir es obligatorio, aunque lo más complejo de todo.
Creo sinceramente que el principio básico de la Educación debe ser enseñar a pensar, es decir, que los alumnos y alumnas sean capaces de tomar sus decisiones responsablemente, puedan sacar conclusiones de los hechos y se formen opiniones acerca de las cosas. Por esto mismo, la escuela debe ser un espacio de debate constante en un ambiente de libertad y plenitud. Siguiendo con eso, las decisiones en relación al centro de estudios y a la etapa educativa deben ser tomadas por las personas implicadas y no por gestores ajenos, es decir, por el alumnado y el profesorado de manera efectiva y real. La voz de los niños, de las niñas y de la juventud no puede seguir estando sujeta a grilletes porque no somos personas que deban callar; muy al contrario, hemos de participar en la vida social y política aportando nuestra visión particular del mundo y equivocándonos, que es, a fin de cuentas, una de las formas más bonitas de aprender.
El conocimiento debe poder palparse, y para eso es necesario renunciar a los materiales tradicionales que tanto aburren al estudiantado y reemplazarlos por las nuevas tecnologías y la experiencia empírica. Hay que cambiar totalmente de paradigma y dejar de concebir la escuela como fábrica de trabajadores muy especializados al servicio de una economía competitiva, en la que el objetivo primordial es la superación de evaluaciones externas y estándares elaborados de acuerdo a comités de expertos que responden a los intereses de las grandes empresas. Los centros educativos son espacios de formación integral, y el aprendizaje verdadero alejado de lo meramente memorístico es sólo alcanzable a través de la actividad colectiva entre los alumnos y alumnas. El profesor no es ya el recipiente de toda sabiduría, sino un guía que permite a los alumnos encontrar las herramientas para “aprender a aprender”.
Mil cosas más podrían engrosar este párrafo, pero no me corresponde a mí hacerlo ni creo que éste sea el lugar más adecuado. Esa titánica tarea se la dejo a las y los activistas, a la infancia, al pueblo entero, que de una vez por todas debe hacer realidad su soberanía, y espero que pronto.
Responder, finalmente, a la pregunta que abre este artículo no me resulta difícil, y seré tajante: quiero una educación que sea un verdadero placer para el que la adquiere y para el que la facilita.
Estas líneas son escritas con el conocimiento que aporta la experiencia -una “pedagogía instintiva” por llamarlo de alguna forma- de una alumna cansada de percibir amargura, y de sufrirla, cada mañana al entrar a su escuela. En ningún caso el artículo tiene una intención formativa, ni siquiera una fuente fielmente contrastada, ni se puede considerar que esté completo en cuanto a contenidos. Es, simplemente, el relato de una vivencia que me era necesario compartir antes de abandonar la escuela, por si los que me suceden sienten esto tan profundo como yo lo he sentido y tienen las mismas ganas de cambiarlo.
No es utópico lo que se acaba de plantear, transformar el enfoque dado a la Educación es cuestión de voluntad, aunque imposible dentro de un sistema que ni siquiera garantiza este derecho a todas las personas. A día de hoy, 121 millones de niños y niñas aún no han pisado una escuela, y lo fundamental es que lo hagan. En cualquier caso, ninguna de las reivindicaciones aquí vertidas -educación universal, por una parte, y sistema educativo radicalmente distinto al actual, por otro- está siendo atendida ni podrá serlo en nuestra realidad. Porque, como decía Karl Marx, “necesitamos otra educación para otra sociedad y otra sociedad para otra educación”.
Espero, entonces, que nos veamos en cada calle y en cada aula forjando una trinchera para ganar la batalla: o nuestras vidas o sus beneficios.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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