Quiero decir que
confío de todo corazón en Maduro. Pero pienso que todos estamos en una
época de aprendizajes: una nueva era sin Chávez, en la que tenemos que
crear, experimentar, corregir nuestros errores y seguir hacia adelante.
No hay otro camino.
El síndrome que llamamos “Cadivismo” no es
otra cosa sino la consecuencia de intentar crear el Socialismo creyendo
inocentemente que los empresarios capitalistas también quieren
construirlo y jugarán con nuestras normas. Lamentablemente, esto no
funciona así. Ellos no quieren construir el socialismo; ellos sólo
quieren ganar dinero, y mientras más dinero sea, mejor para ellos.
Un
comerciante típico no es un idealista convencido de su causa. Alguien
pudo volverse empresario importando zapatos, pero la meta de su vida no
es ver a los venezolanos calzando los mejores zapatos del mundo; su meta
simplemente es ganar la mayor cantidad de dinero posible. Si mañana ve
que gana más dinero importando celulares, entonces cambiará de ramo e
importará celulares. Si luego ve que gana más dinero comprando y
vendiendo bonos, cambiará de ramo nuevamente. Gustavo Cisneros se
desprendió de negocios como la red de Supermercados CADA o DirecTV
cuando vio que no le eran tan rentables como él creía.
Los
empresarios solicitaron dólares a Cadivi inicialmente para comprar
productos al exterior, venderlos aquí y obtener una ganancia modesta,
pero pronto se dieron cuenta de la existencia de “agujeros” en las
normas, que les permitían usar esos dólares que les estaba otorgando el
Estado venezolano, para obtener muchas más ganancias de las que
obtendrían originalmente con sus negocios cotidianos.
Pongamos un
ejemplo: un empresario típico recibe de Cadivi 100 dólares para importar
5 pares de zapatos desde Estados Unidos y luego venderlos en Venezuela,
ganando el equivalente a 30 dólares en el proceso.
Pero entonces
descubre que, si logra que alguien en el exterior le falsifique unas
facturas, él puede decir que usó esos 100 dólares para comprar solamente
un par de zapatos en vez de cinco. Le da treinta dólares al falsificador de facturas, importa un sólo par de zapatos,
y los otros 70 dólares que le quedan son suyos y los saca del país. A Cadivi le entrega una factura falsa, que dice que compró un solo par de zapatos por 100 dólares.
Pronto
se corre la voz entre sus amigos empresarios, que terminan haciendo lo
mismo. Al importarse muchos menos pares de zapatos que antes, causa una
ola de escasez en Venezuela que, por el juego de la oferta y la demanda,
dispara los precios. Así que el empresario corrupto también le saca una
buena ganancia al único par de zapatos que trajo al país.
Las
consecuencias que esto nos causa a los venezolanos no le importan al
capitalista típico. A él sólo le interesa ganar la mayor cantidad de
dinero posible. Y no le preocupa una conmoción social, porque
seguramente tiene todo listo para irse a vivir fuera de Venezuela en
caso de que las cosas se pongan feas.
He allí el problema. Estamos
usando a capitalistas para intentar construir el socialismo. No es lo
que hemos visto en otros países socialistas (Cuba, China, Vietnam), que
primero consolidaron su sistema socialista, y luego recurrieron a
capitalistas para efectuar negocios en ciertas áreas de la economía.
Aunque, por supuesto, ninguno de esos países pudo construir el
socialismo por la vía pacífica y electoral.
El gobierno venezolano
está recurriendo al difícil camino de continuar construyendo el
capitalismo apoyándose en empresarios capitalistas, pero aumentando
enormemente las fiscalizaciones. Se requerirá crear una inmensa
burocracia de hombres y mujeres muy honestos, que fiscalicen y revisen
cada transacción, que comprueben que efectivamente los dólares
entregados a los capitalistas sean usados apropiadamente, que se
especialicen en cada área de la producción e importación (alimentos,
textiles, calzados, fármacos, materias primas, electrónica, informática,
química, etc.), que revisen que los productos se estén importando sin
sobreprecio alguno, que vayan a los puertos y se cerciocen de que los
empresarios no estén pagando por productos reconstruidos o de menor
calidad (o que estén trayendo una cantidad menor a la indicada), y que
castiguen sin clemencia a quienes violen las normas: con cárcel de
varios años. Si los países capitalistas castigan con normas muy severas a
quienes evaden impuestos o intentan defraudar al fisco, no entiendo por
qué nosotros sí tenemos que ser flexibles y mansos con quienes intentan
dañar el sistema económico que intentamos construir.
Se requerirá
mano dura incluso desde el mismo gobierno: que estos fiscalizadores no
cedan ante empresarios corruptos que intentarán "mojarles la mano", pero
que tampoco comiencen a recibir llamadas para presionarlos de “no ser
tan severos con el empresario Fulanito, que es amigo del Diputado Zutano
y del Gobernador Mengano en el Partido”. Si esto comienza a pasar, los
fiscalizadores honestos pronto se irán, los corruptos tomarán el control
y pronto tendremos un nuevo desastre.
Es un reto. Quiero ser optimista, pero es difícil.
Otros
actores (el PCV, por ejemplo) han propuesto un camino mucho más
complicado: que el Estado tome el control absoluto de las importaciones.
Es un camino difícil, que requeriría expropiar todas las empresas de
importaciones del país y colocar en su liderazgo y administración a
revolucionarios eficientes e incorruptibles, conocedores del área, que
sepan ganarse al personal que están heredando y se encarguen de que
estas empresas continúen operando al nivel que tenían en el pasado. Y
mientras, seremos tachados por la prensa y el Imperialismo como un "país
que va rumbo al comunismo". Pero si el camino anterior no funciona,
habrá que tomar esta opción, o resignarse a pensar que hemos fracasado.
Fiscalizadores
honestos, ¡confiamos en ustedes! No se dejen corromper, no se dejen
presionar por nadie: ni por la derecha real, ni por la derecha vestida
de rojo. Si las cosas se ponen feas, no abandonen sus cargos, porque
seguramente habrá gente corrupta esperando que ustedes lo hagan para
ocuparlo y causar desastres. ¡Es preferible organizarse y denunciar,
antes que renunciar!
Fuente:
http://www.aporrea.org/actualidad/a178443.html