Chávez deja una estrella roja en el firmamento
Simón Bolívar murió
en 1830 en el exilio colombiano, traicionado y sin poder ver
materializado su sueño de la Patria Grande latinoamericana. Casi dos
siglos después, Hugo Chávez ha fallecido en su tierra, arropado por
millones de compatriotas y con la tranquilidad de haber sido artífice
del mayor proceso de integración latinoamericano de la historia. La
talla de estadista del presidente venezolano, se puede equiparar hoy a
la del puñado de grandes revolucionarios del continente.
En
consecuencia, su desaparición física supone un contratiempo de
proporciones incalculables porque quiebra una combinación virtuosa que
pocas veces se da en la historia y que en Venezuela se sintetizaba en la
imbricación de 3 factores: liderazgo carismático arrollador, visión
estratégica revolucionaria poco común y control de la reserva petrolera
más grande del planeta. Esta ha sido una variable fundamental para el
actual cambio de época en América Latina.
Perfil. La figura de
Chávez es la expresión, parafraseando a Bertolt Brecht, de uno de «esos
imprescindibles» para la historia de las clases populares. Por eso
precisamente, la insistencia enfermiza de los voceros de la élite
transnacional en etiquetarlo como un líder «populista y autoritario». La
obsesión del latifundio mediático planetario en caracterizarlo como un
«bufón de circo», oculta deliberadamente la complejidad de un gigante
político con grandes virtudes.
La pasión casi juvenil para la
lectura y la autoformación política ha sido un factor clave en la
maduración ideológica de Chávez y en la apuesta por un bolivarianismo de
corte anticapitalista. A su vez, sus aptitudes pedagógicas han sido un
«arma de construcción masiva» para la educación política de miles de
venezolanos y venezolanas, a través de los medios de comunicación
públicos. La claridad para hacer entender realidades como por ejemplo la
«explotación capitalista» o la necesidad de la «propiedad social de los
medios de producción», sitúan a Chávez como un educador de primer nivel
y como el más efectivo sembrador de conciencia revolucionaria en
Venezuela.
Legado. El legado de Chávez como presidente es extenso
y muy diverso, pero nos atreveríamos a sintetizarlo en tres
reflexiones. La primera sería la constatación de que «se puede cambiar
el rumbo de la historia», es decir, el neoliberalismo como proyecto
autoritario y de exclusión social puede ser sustituido por una agenda
alternativa, si realmente hay voluntad política.
La segunda
implica la reivindicación de que «se puede volver a soñar», es decir,
que los horizontes de utopía son de nuevo instrumentos efectivos para la
organización y la movilización de masas. Todavía poca gente es capaz de
valorar en su justa medida la importancia que tuvo el discurso de
Chávez en el Foro Social de Brasil en 2005, cuando rescató de las
catacumbas la necesidad de recuperar el socialismo como proyecto de
emancipación para la humanidad.
La tercera apela a la idea de que
«podemos ser libres y soberanos», o lo que es lo mismo, América Latina
está iniciando el tránsito hacia su segunda independencia y apostando
por superar el interminable ciclo de 500 años de coloniaje.
Lo
más paradigmático del nuevo ciclo no es que se estén creando
instrumentos de integración regional autónomos respecto a EEUU, como la
CELAC, UNASUR, etc., sino que los países más conservadores de la región
(Chile, Colombia...) se ven obligados a formar parte de la nueva
dinámica porque no pueden permitirse el lujo de quedarse fuera de la
historia.
¿Lo irreversible? Resulta un terreno sumamente
resbaladizo el debate en torno a la irreversibilidad de algunos cambios
en la patria de Bolívar. Sin embargo, sí es cierto que podríamos
mencionar un conjunto de transformaciones que por lo menos se pueden
considerar sumamente profundos y sólidos.
Uno de ellos lo podemos
ubicar en el plano psicosocial, y es cómo Chávez y el movimiento que ha
liderado ha conseguido elevar la autoestima colectiva del pueblo
venezolano a niveles inéditos. Las ya conocidas mejoras de las
condiciones de vida materiales de millones de seres humanos en el país
han ido acompañadas de un proceso de dignificación de los más excluidos
de proporciones colosales. La inclusión no solo socio-económica y
política sino fundamentalmente cultural, afectiva y simbólica ha sido un
eje transversal y constante de la Revolución Bolivariana, y en esta
batalla Chávez ha tenido una gran responsabilidad.
El otro gran
aporte es la capacidad para aumentar la conciencia política e ideológica
de las masas, y sobre todo, para instaurar, casi tres lustros después
del inicio de gobierno, una nueva cultura política que se sustenta en la
siguiente ecuación: Estado social, soberanía nacional y participación
popular. La campaña electoral de la derecha en las presidenciales de
2012 es el mejor exponente de esto, ya que se vio obligada a diseñar un
discurso de campaña de inspiración progresista.
Chávez abandona
el timón de la nave pero las palabras de su último discurso antes de
partir a La Habana, quedan para la posteridad como una metáfora que
condensa el momento histórico venezolano: «Sea como sea y con esto
termino, hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque. Hoy tenemos Pueblo,
que nadie se equivoque. Hoy tenemos la Patria más viva que nunca».
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