Esclavitud, represión, hambre, explotación, lucha por el poder político, son algunos de los factores que llevaron a que el 15-16 de septiembre de 1810 comenzara una larga lucha de emancipación del pueblo de México. Las luchas internas en el imperio español favorecieron las aspiraciones criollas de independencia, pero lo que dio realidad al levantamiento armado fue el hartazgo de los indígenas frente a la explotación. La fuerza de los criollos era insuficiente, no despertaban del marasmo de su nacimiento confundido, por lo que tuvieron que recurrir a los indígenas nativos para lograr sacudirse el yugo del imperio español. La esclavitud y el saqueo de recursos como el oro y la plata fueron descomunales. Por aquel entonces México producía el 67% de toda la plata de América. Guanajuato era el principal enclave productor de plata en el mundo entero. Las haciendas funcionaban como otro de los pilares de la economía, ofreciendo a una clase social el poder local y la capacidad de acaparar la producción surgida del trabajo de campesinos e indígenas.
A casi doscientos años de aquella pelea, se habla mucho de la fiesta del bicentenario y se preparan celebraciones fastuosas. Para los de arriba es importante que esta celebración sea un mero show, dejando de lado el carácter de lucha que tuvo aquella gesta. Intentan adueñarse de la fecha, como si ellos no reprodujeran hoy la explotación de los campesinos y trabajadores mexicanos. La clase política mexicana dice ser la heredera de aquellas peleas y se atreven a presentarse como representantes de los ideales independentistas; tratan de ataviarse con los colores patrios como si con ello, de pronto, se purificaran.
No son los herederos de Hidalgo, de Morelos, de Guerrero o de Xavier Mina. Todo lo contrario, representan a los gachupines de ayer, representan el saqueo y la sobrexplotación, la corrupción y la sumisión, son, como lo fueron los funcionarios de la corona española, los parásitos de México.
Han pasado dos siglos de aquella gesta independentista y ahora dependemos aún más del poderoso vecino del norte: 60% de los alimentos que se consumen en México proviene de Estados Unidos; 90% de las manufacturas mexicanas llegan a territorio estadounidense así como el 80% de la producción petrolera. Con Estados Unidos se firmó el Plan Mérida que, tras la cortina de humo de la guerra contra el narco, esconde el control y subordinación a los vecinos del norte y el combate a la resistencia de los de abajo dentro y fuera del país.
De nuevo tenemos que conquistar la independencia y la libertad de los oprimidos, y otra vez será resultado de la lucha y de la organización de quienes aspiramos a una vida mejor para todos, hermanándonos con los demás pueblos latinoamericanos en la búsqueda de condiciones que garanticen el pleno desarrollo de las potencialidades humanas. En estos tiempos en que nos quieren someter a la desmemoria, tenemos una tarea pendiente: resistir a los que tratan de someternos y luchar por la verdadera libertad y por una independencia, política y económica, real y tangible. Que no nos arrebaten la memoria. Adelante, con toda la fuerza de la historia.
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