Carlos Tapia
Columnista
Opinión
1º acto (Alan): “…son ratas”
2º acto (Rómulo): “sólo es un escándalo”
3º acto (Alan): “…escandalete”
4º acto (Rómulo): “García tiene cosas maravillosas”
No son cualquiera. Uno es nuestro presidente reelecto y el otro un ex ministro del primer gobierno aprista. Por entonces ya tenían tanta cercanía que Rómulo, siendo diputado electo, fue seleccionado para acompañar a García - septiembre de l,985- en su viaje a la sede de la ONU para dar su mensaje al mundo (“somos pacifistas..no requerimos comprar los mirages”).
El otro diputado fue Luis Alva Castro. Era la época en que para promover la venta de los famosos caza bombarderos y utilizar esos recursos “para luchar contra la pobreza”, las reuniones con los posibles compradores de nuestros aviones también se hacían en las suites de lujosos hoteles, pero ahora en los de Nueva York. Y, cosa no tan curiosa, también contando con la cercanía de lobbystas e intermediarios pero de apellidos árabes. Ciertamente que por entonces García no consideraba “inelegante” esta forma nada transparente de promover la venta de nuestros mirages, los que después nos hicieron tanta falta en el Cenepa.
Rómulo ya era tan leal a García (“el sabe que yo por él daría hasta la vida”) que fue designado después como ministro de pesquería. Como se recuerda, al término de su mandato, tanto García como Rómulo fueron acusados por “enriquecimiento ilícito”. Y, coincidencias de la vida, los dos se acogieron a la “prescripción” del delito.
Eran los tiempos en que Hernán Garrido Lecca pedía la expulsión partidaria de García por corrupto; sí, el mismo que después fue su jefe de campaña y ministro de vivienda y salud, sectores muy apetecibles para los negocios oscuros. Ciertamente García no fue expulsado pero Rómulo sí, aunque después se le permitió su reinscripción. Rómulo, íntimo de García, fue expulsado al igual que el otro “super íntimo”, nada menos que su secretario personal y que llegó con su apoyo a ser el máximo dirigente del APRA. Nos referimos, claro está, a Agustín Mantilla. Poco después, García- una vez descubierto Agustín recibiendo plata de Vladimiro- no lo acusó de “rata” pero sí, dolido, declaró que había sentido “como una puñalada en la espalda”. Sin embargo, parece ser que todavía no llega el tiempo para que Agustín logre su reinscripción en el partido. Y todo esto, nada menos que en el partido fundado por Haya de la Torre, el que cobró sólo un sol mensual cuando fue elegido Presidente de la Asamblea Constituyente de 1979.
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