Proyecto nacional y proyecto socialista
“Por el engaño nos han dominado más que por la fuerza” 
Simón Bolívar
El diálogo y la acción son el núcleo de nuestra agenda para derrotar al capitalismo
La efervescencia revolucionaria que avanza en América Latina pone a la orden del
día la necesidad de una alternativa socialista, e internacionalista, para terminar con las calamidades que produce el capitalismo en materia de explotación de los trabajadores, miseria, saqueo de materias primas, degeneración cultural y destrucción de los ecosistemas. En este contexto se ha desarrollado una tradición nacionalista, en la izquierda, que reapareció, especialmente en Argentina, bajo la premisa de “nacional y popular”.
día la necesidad de una alternativa socialista, e internacionalista, para terminar con las calamidades que produce el capitalismo en materia de explotación de los trabajadores, miseria, saqueo de materias primas, degeneración cultural y destrucción de los ecosistemas. En este contexto se ha desarrollado una tradición nacionalista, en la izquierda, que reapareció, especialmente en Argentina, bajo la premisa de “nacional y popular”.
Nos interesa impulsar diálogos fraternales con  compañeros que sostienen tesis nacionalistas de izquierda, sin dejar de  simpatizar con el socialismo que es, necesariamente, antiimperialista,  anticapitalista, latinoamericanista e internacionalista. Como lo soñaron  San Martín, Simón Bolívar, Benito Juárez, José Martí... Pensamos que es  necesario abogar por la unidad para encontrar, en común, la claridad  necesaria para el debate y las coincidencias que nos permitan, sin  dogmatismos, reivindicar el programa de la Revolución Socialista en  manos de los mejores luchadores, militantes y activistas del  nacionalismo revolucionario. 
La burguesía nacional, una clase reaccionaria. Si fuesen tan “buenos” no necesitaríamos hablar de justicia social
Creemos  que los militantes nacionalistas de izquierda deben incorporar a sus  herramientas políticas, la teoría de la lucha de clases, sin  tergiversaciones. Creemos que se debe reconocer que entre la clase  dominante y los explotados, es decir los trabajadores, la idea de la  “reconciliación” es ilusoria. El cordero y el lobo no pueden convivir  como hermanos. “Lobo suelto, cordero atado”. 
La historia de la  humanidad sería incomprensible si no la entendemos como la pugna  histórica entre dos clases antagónicas: los oprimidos (que hemos sido y  somos la inmensa mayoría) y los opresores (que han sido y son la inmensa  minoría). No se trata de una contienda abstracta entre grupos, sino es  la contienda por la propiedad privada contra la propiedad social de la  riqueza, es la contienda del capital y el trabajo, es la contienda de  los que se han apropiado de las riquezas contra los desposeídos que con  su trabajo la producen. En síntesis es la historia de una lucha por  dominar la plusvalía. 
No es necesario volver a explicar que la  ganancia empresaria proviene del trabajo no pagado al obrero, es decir,  producto de la explotación. Los empresarios, nacionales o extranjeros,  tratan que el obrero trabaje largas jornadas y con el salario más bajo  posible. Despiden y persiguen ferozmente a los obreros que piden mejores  condiciones laborales, castigan a aquellos que, obligados a luchar  contra los patrones, defienden sus derechos y exigen sus  reivindicaciones para una vida digna y libre. 
Muchos grandes  empresarios, latifundistas, banqueros, clérigos argentinos  (nacionalistas) que han adquirido franquicias o alianzas con grupos  trasnacionales –Clarín, Soldati, Macri, Mercedes Benz, Ford,  Fortabat...- tienen un largo y siniestro registro de crímenes contra la  clase obrera. Las fechas del primer centenario (1910), de la “semana  trágica” en 1919, de la “Patagonia rebelde” en 1921, del bombardeo de la  Plaza de Mayo en junio de 1955, del Plan “Conintes” en los 60, o de la  dictadura militar en 1976-1983, son testigos del odio de clase y del  sadismo sangriento que los industriales, banqueros y terratenientes  nacionales y extranjeros, mostraron (y muestran) hacia sus trabajadores  “compatriotas”. 
La propia experiencia de los gobiernos  peronistas bajo Perón y el kirchnerismo avalan esta afirmación. El golpe  de la “Libertadora”, conducido por los militares, fue organizado e  inspirado por los sectores decisivos de la clase dominante, la burguesía  terrateniente de la Sociedad Rural y la gran burguesía industrial agrupada en la Unión Industrial Argentina  (UIA). De la misma manera, el acoso sufrido por los gobiernos de Néstor  Kirchner y Cristina Fernández ha tenido como actores principales a los  mismos protagonistas, apoyados por sus lacayos políticos en la derecha  peronista, la UCR y la Coalición Cívica.
Los empresarios son la  clase dominante en materia económica, política y cultural. Son los  dueños de la vida social. Cuando se pide que nos abracemos todos, “que  la patria se una”, lo que se está proponiendo realmente es que el obrero  se olvide de quien es su amo explotador y, mirándolo con buenos ojos,  se someta a los intereses de las clases privilegiadas. No son hermanos  la victima y el victimario. 
Las burguesías nacionales  latinoamericanas han demostrado, suficientemente, su carácter  reaccionario, su odio contra los pueblos contra sus nacionalidades,  contra sus tradiciones, contra sus raíces... las burguesías despliegan  con impudicia su codicia irrefrenable, su sometimiento al imperialismo y  su miedo a los trabajadores de cada país. Los nacionalistas de  izquierda, en cambio, creen que es posible encontrar un sector  progresista de la burguesía mediana con quien aliarse para liberarse de  la opresión imperialista. Hasta hoy semejante sector jamás apareció. 
Especialmente  en la historia en general, y la de nuestro país en particular, se ha  demostrado con creces que ese sector no existe, o es tan débil e  irrelevante que no puede jugar ese papel que han pretendido atribuirle  algunos sectores del nacionalismo popular. La protesta de los patrones  agropecuarios argentinos, entre los cuales algunos dicen haber  identificado una burguesía mediana rural progresista, volvió a revelar  su carácter reaccionario y antipopular. Un ejemplo dramático es Cobos y  su papel en los episodios de la 125. 
¿Una economía nacional independiente?
La  economía capitalista, hoy “Globalizada”, se sustenta en la producción  privada de mercancías para su venta en los mercados nacionales y  extranjeros. Al hacer esto, los empresarios no están pensando en “la  grandeza de su nación”, sino en la de su bolsillo. Y la competencia  comercial lleva a choques entre las burguesías nacionales como vemos  recurrentemente con Brasil y Argentina. Esa fue la razón por la cual el  capitalismo nos metió en la primera y la segunda guerra mundiales y en  todas las guerras burguesas que padecemos hasta el presente. Por eso,  dialécticamente, lo “nacional” de un país se opone necesariamente a lo  “nacional” de los demás países. En lugar de la concordia y la  confraternización de los pueblos, las fronteras nacionales, bajo el  capitalismo, son una fuente permanente de conflictos. Todos los países  latinoamericanos mantienen entre sí disputas territoriales y  fronterizas. En el plano ideológico esto se refleja en la tendencia al  chauvinismo y a la arrogancia nacional. Burgueses “nacionalistas” de  Brasil, odian a los de Argentina y estos odian a los chilenos y aquellos  son recíprocos con todos... cada cual quiere dominar el mercado de los  otros. Quieren imponer su “nacionalismo” a todos los demás países. Los  trabajadores no queremos asfixiarnos en ese ambiente de codicias y  crímenes. 
Nosotros creemos en la tarea de profundizar y  ensanchar las alianzas fraternales, como el ALBA, y las políticas de  unidad en lo concreto que vienen desarrollando los procesos hacia el  socialismo: Bolivia, Venezuela. Cuba, Ecuador... a pesar de las bases  capitalistas que América Latina ha heredado, con las rivalidades  nacionales que existen en su seno, para mejor servir a los intereses del  imperialismo. La pretensión nacionalista de una economía nacional  “independiente” es una quimera. El mercado mundial capitalista unifica y  esclaviza a la mayoría de las naciones. Todas son exportadoras e  importadoras de mercancías y están sometidas a una división  internacional del trabajo de la que no podremos escapar a menos que  rompamos con semejantes “reglas” y avancemos hacia un estadio histórico  en el que lo social, la justicia, la igualdad y la dignidad sean la  jerarquía prioritaria: el socialismo. 
Seguramente los compañeros  que defienden las ideas nacionales de izquierda, aspiran a que sus  países alcancen, al menos, un grado importante de “independencia”  económica respecto del imperialismo. Pero esto sólo podría conseguirse  desarrollando una política comercial agresiva que debilite la  competencia extranjera en el mercado nacional y que organice empresas  multinacionales que actúen en otros países y mercados para proveerse de  materias primas y ofertar productos más baratos que los de la  competencia. Es decir, la única vía, hipotética, para alcanzar cierto  grado de “independencia” económica, bajo el capitalismo, no es otra que  una política comercial agresiva, de carácter imperialista o  subimperialista (imperialismo de segunda fila limitado al entorno  regional) tal como hemos visto desarrollarse en China, Brasil o en  algunos países del sudeste asiático, como Corea de Sur. 
Dialécticamente,  la demanda “antiimperialista” de una economía nacional “independiente” ,  como reclaman los compañeros con pensamiento nacional de izquierda,  sólo puede tomar cuerpo en el capitalismo, hipotéticamente, con la  conversión de su país en una nación imperialista o subimperialista  respecto de los países de su entorno. Contradicción insoportable si  realmente se pretende independencia económica, soberanía, igualdad,  fraternidad y justicia social. 
Nacionalizaciones y “proyecto nacional”
Nacionalizaciones y “proyecto nacional”
Aunque  algunos consideran que las nacionalizaciones de empresas y sectores  clave de la economía son la característica genuina de un gobierno  “nacional y popular” es necesario precisar que, en realidad, la  nacionalización de empresas es la característica, no del nacionalismo,  sino del socialismo, al dirigirse, históricamente, contra la propiedad  privada de los medios de producción bajo un programa de planificación  económica y en el que el excedente no se quede en manos de un sector  empresarial sino que vuelva, íntegramente, a la sociedad bajo el control  de la clase trabajadora, que es realmente quien lo produce.
El  modelo histórico del nacionalismo no es la economía estatizada, sino un  país de pequeños y medianos propietarios independientes, felices y  satisfechos; que no existe en lugar alguno. Hay nacionalizaciones dentro  del modo de producción capitalista, y a su servicio, que reflejan la  parálisis y la incapacidad de la burguesía nacional para desarrollar el  país al nivel de las necesidades que demanda el desarrollo objetivo de  la sociedad y que obliga al Estado capitalista a hacerse cargo  deimportantes palancas de la economía nacional para suplir la  insuficiencia de la propiedad privada. 
Es totalmente distinto el  caso de experiencias como la venezolana, donde el presidente Hugo  Chávez, que no le rinde cuentas a ninguna oligarquía, decide tomar  medidas expropiatorias y los trabajadores impulsan tomar la dirección de  las empresas socialistas. Eso incluye casos de empresas como nuestros  parásitos “connacionales” Pérez C0mpac, Techint, en el pasado  propietarios en el país hermano de Sidor expropiada por Venezuela...  donde, además, los trabajadores, que hoy las dirigen, no reparan en  problemas de “nacionalidad”. Todo lo contrario ahora los trabadores,  desde sus países cooperan sin importar donde nacieron. 
La  intervención del Estado en la economía, como vemos ahora generalizarse,  refleja la necesidad de que la clase obrera tome la posesión del timón  de la sociedad. La clase obrera es el producto genuino del sistema  capitalista, sostiene todo el andamiaje económico y social del país.  Trabaja, lucha y sufre colectivamente. El obrero es ajeno a la búsqueda  mezquina y enajenante del interés individual por la ganancia, presente  en todas las clases propietarias, grandes o pequeñas. Por lo tanto, la  clase obrera es la clase más capacitada para velar por los intereses  generales de la sociedad, por la conservación de un medio ambiente sano,  por la reducción de la jornada laboral, por el incremento general del  nivel de vida, por que haya escuelas y sistemas de salud públicos y de  excelencia. Es decir, el socialismo se dibuja como el modelo de sociedad  al que aspira de manera latente la conciencia política de cada  trabajador. Nadie puede despreciar esta aspiración, más bien hay que  trabajar unidos para impulsarla. 
Qué entendemos por "soberanía nacional"
Qué entendemos por "soberanía nacional"
Uno  no debe someterse a la ideología de la clase dominante. Hay un  nacionalismo que se adecua completamente a la psicología de las clases  propietarias y, particularmente, de la pequeña burguesía, cuyo  sentimiento nacional no es más que la extensión de su ilusión de  considerarse parte poseedora del país que habita y de las riquezas que  contiene.
¡Y vaya ilusión!, porque sólo el 2% de los propietarios  argentinos posee la mitad de la tierra cultivable del país. Y los  recursos naturales y las principales fuentes de producción del país  están en manos de un puñado de monopolios extranjeros y grandes familias  y empresarios nacionales (Grupo Clarín, Eurnekian, Techint, Roggio,  Eskenazi, Werthein, Pérez Companc, Urquía, Acevedo, Mastellone, Madanes,  Cirigliano, Pescarmona, etc.). 
La verdadera soberanía nacional  pasa por recuperar Argentina para los argentinos y arrancarle a este  puñado de oligarcas la propiedad de estos recursos para que sean  nacionalizados y puestos a producir para atender las necesidades  sociales de la población. Fuera de esto, hablar de soberanía nacional es  un engaño y una estafa.
No somos indiferentes a los sentimientos  nacionales de los trabajadores, de la juventud revolucionaria y de  otras capas oprimidas de la sociedad. Denunciamos el nacionalismo de los  ricos y empresarios, de las jerarquías eclesiásticas, de la banca  usurera, que buscan desviar a los trabajadores, quitar de su cabeza su  papel en la lucha de clases y adormecer su conciencia. Pero el  nacionalismo de los obreros y campesinos pobres es honesto y contiene  elementos progresistas. Refleja su instinto antiimperialista y está  asociado al rechazo a la pobreza, la miseria y la explotación, causadas  por la opresión imperialista y el sistema capitalista.
Pero  debemos decir la verdad a los trabajadores y jóvenes revolucionarios de  nuestro país. La única forma de resolver nuestros problemas es con la  expropiación de la propiedad de los banqueros y capitalistas, nacionales  y extranjeros, en unidad con los trabajadores y campesinos de América  Latina en una federación socialista. La gran idea de la “Patria Grande”  sólo puede concretarse en la realidad como una América Latina unida y  socialista.
El futuro Socialista llegó hace rato
Brindemos por el futuro que es lo único que no tenemos... pero es lo único con lo que contamos.  Afortunadamente, podemos recurrir a la experiencia viva del proceso  revolucionario más avanzado que existe actualmente en América Latina y  el mundo, la revolución bolivariana de Venezuela. La revolución  venezolana proclamó su voluntad de avanzar hacia el socialismo para  superar la vieja dicotomía entre revolución socialista y revolución  “nacional y popular”. Aunque la Revolución Venezolana enfrenta tareas  aun incompletas y su destino se decidirá por la lucha implacable de  fuerzas vivas, el hecho de que haya fijado como objetivo el socialismo,  abre un inestimable respaldo moral a los socialistas revolucionarios. 
Hoy,  como ayer, sólo la revolución socialista puede completar las tareas  democrático-nacionales no resueltas aun (la emancipación frente al  imperialismo, la reforma agraria, una economía moderna y desarrollada,  la definitiva separación, económica y política, de las Iglesias y del  Estado, etc.) y poner las bases para sacar a nuestros pueblos de la  miseria y el atraso. Creemos que es necesario e impostergable, organizar  y fortalecer una corriente marxista fuerte en el país, necesariamente  antiimperialista e internacionalista, para llevar estas ideas al  movimiento obrero y a la juventud. 
Proponemos que todos los  jóvenes y trabajadores, organizaciones sociales y políticas,  dialoguemos, fraternalmente, hacia la unidad concreta en acciones  concretas, hasta derrotar al capitalismo... 
Proponer un diálogo  implica asumir una responsabilidad respetuosa que, aunque no garantice  la coincidencia, abra caminos que, tarde o temprano, nos permitan  construir la unidad indispensable para superar al capitalismo. Sabemos  que hemos tenido diferencias teóricas y prácticas, y que las tenemos aun  respecto a la idea de lo “nacional”. Sabemos que hay demasiadas  exageraciones y tergiversaciones respecto a las diferencias, pero  sostenemos que las diferencias no implican incomunicación y que la  unidad es una prioridad histórica que debemos atender de inmediato.  Nosotros no queremos crear una emboscada disfrazada de diálogo, queremos  un diálogo fraternal y honesto, que admita la crítica y la auto critica  como herramientas del respeto y para el avance. 
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*Corriente Marxista Internacional. Centro de Estudios Socialistas “Carlos Marx”
Agradecemos  las sugerencias aportadas para la elaboración de este folleto de la  Campaña “Manos Fuera de Venezuela”, del Comité de Redacción del  periódico El Militante y de todos quienes leyeron el borrador y lo  enriquecieron con sus valiosas contribuciones.

 
 
 
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