Proyecto de Ley aprista busca fortalecer la gran propiedad
¡Alerta! Ha retornado el latifundio 
“La Ley de Límites de las tierras eliminará  la concentración en el agro”, ha manifestando el congresista aprista  Jorge del Castillo, acerca de su proyecto de ley para –supuestamente-  impedir la creación de monopolios que “ahuyenten” la inversión  extranjera. Pese a que la Confederación Nacional de Instituciones  Empresariales Privadas (Confiep) y la Sociedad Nacional de Industrias  (SNI) se opongan –en su dogmatismo neoliberal- a cualquier tipo de  límites a la concentración de tierras agrícolas, esta norma afianzará no  sólo la gran propiedad, sino que también reafirmará un neo gamonalismo  mucho más fuerte y depredador que aquel que fue expropiado por el Estado  durante el régimen populista del general Juan Velasco Alvarado, en  1969. 
Como se sabe, el proyecto de Del Castillo  propone limitar a 40 mil hectáreas el tamaño máximo en manos de un  propietario. Sin embargo, estas dimensiones constituyen áreas mucho mas  grandes de las que ocuparon las haciendas costeñas existentes antes de  la Reforma Agraria del año 1969, promovida por el velasquismo. Cabe  recordar que el latifundio más grande de entonces en la costa era la  Hacienda Casa Grande, que ocupaba unas 29 mil hectáreas. 
La reforma agraria de aquel entonces,  expropió los latifundios que ocupaban un área superior a 150 hectáreas  de tierras de cultivo bajo riego. A despecho de su slogan mas  publicitado: "La tierra para quien la trabaja", la reforma no subdividió  las tierras, sino que incluso en varios casos juntó haciendas para  integrarlas en una denominada Cooperativa Agraria de Producción (CAP) o  la Sociedad Agrícola de Interés Social (SAIS). 
El experimento de las CAP y las SAIS no duró  mucho, terminando estas, en su mayoría, quebrando y siendo repartidas en  parcelas entre los "beneficiarios". Al final del proceso de reforma  agraria, tenemos que estos pequeños productores han pasado a formar esa  masa de campesinos que constituyen actualmente la mayoría en el sector  agrícola. 
Retorno del gamonalismo 
Hoy hacia mediados del 2010, podemos afirmar  categóricamente que el latifundio y el gamonalismo han retornado con  fuerza. Algunos ejemplos servirán para tener un cuadro aproximado de  este proceso de acumulación de tierras. 
Actualmente, en Piura, la acumulación de  tierras en lo que se podría denominar un “neolatifundismo”, llega a  31,795 hectáreas, en manos de 7 propietarios. En Lambayeque se llega a  28,300 hectáreas, en manos de 2 propietarios; en Ancash la concentración  llega a 16 mil hectáreas en manos de un sólo propietario; en San Martín  unas 20 mil hectáreas en manos de un sólo propietario; en Lima, a  17,200 hectáreas entre dos propietarios. En Ica, la concentración  terrateniente llega a 13,015 hectáreas divididas entre 34 propietarios;  en Arequipa existen 1,200 hectáreas concentradas en un sólo propietario;  y finalmente en La Libertad existe una concentración de tierra en  grandes propiedades, por un área de 97,967 hectáreas divididas entre 13  propietarios. Es decir, la normas sobre limitación a la acumulación de  la gran propiedad agraria no va afectar a nadie, y encima no cuestiona  los mecanismos que han permitido esta concentración de tierras muchas  veces, a costa de las de los pequeños productores y comunidades  campesinas. 
La "democracia" y la Gran Propiedad
Apenas culminado el régimen de las Fuerzas  Armadas, y con el retorno a la "democracia burguesa", fue el segundo  gobierno de Fernando Belaunde Terry (1980 a 1985), que emitió en  diciembre de 1980 el Decreto Legislativo 002 (25/11/80), que culmina el  proceso iniciado por Velasco Alvarado, legalizando las parcelaciones.  Este gobierno y el siguiente, encabezado por Alan García Pérez (1985 a  1990), emitieron normas para regular el uso de las tierras eriazas  mediante la irrigación. Con el Decreto Supremo 029-88-AG, de 1988, se  elevó el límite a la gran propiedad en irrigaciones de la costa a 450  hectáreas, es decir, tres veces más del límite establecido por la  Reforma Agraria, y en la práctica se creaba el marco legal para el  retorno de la gran propiedad. 
Neoliberalismo y expropiación a las comunidades 
Con las políticas neoliberales impuestas por  el régimen de Alberto Fujimori (1990 a 2000) se profundizó este proceso  que evolucionaba una nueva concentración de tierras. El Decreto Supremo  011-91-AG, del año 1991, dio luz verde a la introducción de las  "sociedades anónimas" en el “dominio, conducción, arrendamiento e  hipoteca” de la propiedad agraria. 
Además,  elevó a 1,000 hectáreas el tamaño admitido de las tierras que se  incorporasen al cultivo mediante irrigaciones que partieran de la  "iniciativa privada". Es decir ya estaba configurado el panorama para  que se fuera incrementando el proceso de concentración, en desmedro de  las tierras comunales. 
Esto se produjo a raíz de que el año 1991,  mediante el Decreto Legislativo 653 (Ley de Promoción de Inversiones en  el Sector Agrario) estableció que las tierras eriazas (no cultivadas o  en abandono) pasaban a ser propiedad del Estado, incluyendo en esa  categoría a las tierras de las comunidades que no tuvieran su respectivo  "título de propiedad". Además el dispositivo legal aprobó los  arrendamientos de tierras comunales.
Tras el autogolpe del 5 de abril de 1992, y  con la dación de la nueva Constitución de 1993, se permitió la venta de  las tierras comunales, incorporando un nuevo factor de desprotección  para ellas. En dicha "Carta Magna", se estableció (Artículo 88) que "la  ley puede fijar los límites y la extensión de la tierra según las  peculiaridades de cada zona". 
Surge la servidumbre minera 
Mediante Ley 26505, Ley de Tierras, del año  1995, se eliminó todo límite en la superficie de las tierras, lo que  permitió una mayor acumulación de la gran propiedad, así como las  transferencias de las mismas. Poco después, mediante una norma  modificatoria, se determinó otorgar servidumbre a las empresas mineras  previo acuerdo con el propietario de tierras, entre ellos las  comunidades campesinas. Si no se llegaba a un acuerdo, se establecía la  servidumbre minera. En junio del 2008, un decreto legislativo dado por  el gobierno de Alan García estableció que las servidumbres se otorgarían  de oficio, sin ninguna consulta previa. 
Con la Ley de Titulación de las comunidades  campesinas de la costa, del año 1997, se introdujo la figura de  «abandono de tierras» en el caso de las tierras comunales que dejaban de  ser cultivadas. De esta forma, el Estado continuaba con las  apropiaciones. 
En el primer semestre del 2008, ya el segundo  gobierno de Alan García solicitó facultades legislativas y promulgó  varios decretos legislativos que han resquebrajado aun mas los derechos  de las comunidades campesinas y nativas sobre la tierra, lo cual provocó  las últimas olas de protestas, determinando su modificatoria en el  Congreso o la presentación de proyectos con el mismo fin de modificar  tales normas lesivas. 
Mecanismos que han  permitido la acomulación de la Gran Propiedad: 
Ampliar la frontera agrícola 
El Estado, al emprender grandes obras de  irrigación ha tenido una misión clara: Ampliar la frontera agrícola y  ponerla a disposición de los intereses de los grupos de poder económico  en el agro. Antes del Fujimorato, las tierras ganadas al desierto, en la  costa, mediante obras de irrigación emprendidas con inversión pública,  eran transferidas aun a la mediana y pequeña propiedad, es decir  pequeños y medianos agricultores. Allí están los ejemplos de la  irrigación de Majes en Arequipa, la colonización de San Lorenzo (Piura),  etc. Sin embargo, eso acabó con las nuevas normas dadas por Alberto  Fujimori, que dio mayor y hasta exclusiva preferencia en el acceso de  esas nuevas tierras a los grandes inversionistas.
Esa era la tendencia del neoliberalismo en el  agro. Y esa misma línea ha seguido el actual régimen alanista, que ha  contribuido al crecimiento de la gran propiedad vendiendo las tierras  logradas con las irrigaciones, a los grandes inversionistas que producen  exclusivamente para la exportación. Por ejemplo, el proyecto de  irrigación Chavimochic, en el norte del país, ha sido responsable de la  ampliación de las tres cuartas partes de la frontera agrícola del Valle  del Río Santa. Estas han sido adquiridas por sólo 11 inversionistas.  Este proyecto se ha desarrollado con inversión privada, y tiene previsto  ampliar la frontera agrícola en los valles de Chao, Virú, Moche y  Chicama, siendo el mayor inversionista Camposol quien tiene ya una  importante presencia en Piura y Barranca, sumando en total 15,500  hectáreas de latifundio. 
Y ese parece ser el modelo a seguir. Está en  los planes de Alan García unir la irrigación del Chira-Piura, Tinajones,  San Lorenzo, Jequetepeque - Zaña, Chavimochic y Chinecas en un gran  proyecto de agroexportación, es decir destinado a los inversionistas y  productores en esa orientación. Por ello puede afirmarse que la  adquisición de tierras eriazas es la principal vía por la cual se  fortalecen y crecen los nuevos latifundios. Comprar acciones de empresas  azucareras y adquirir grandes parcelas en las subastas públicas de  proyectos de irrigación. 
Privatización de las cooperativas azucareras 
Para entender esto hay que retroceder a la  reforma agraria velasquistas. Para proceder a este trascendental cambio,  el gobierno militar determinó que los grandes complejos  agroindustriales de la costa sean expropiados y adjudicados a doce  cooperativas que se formaron para tal efecto. De esta operación se contó  con un total de 128 mil hectáreas de dichas empresas y con 27,783  “beneficiarios”, entre técnicos, empleados y trabajadores de campo. La  pésima administración de las nuevas entidades productivas y una aparente  crisis económica en el agro, desde 1975 a entrada la década de los  90’s, terminaron por hacerlas quebrar, acumulando onerosas deudas en los  hombros del Estado. 
La solución del régimen fujimorista fue  capitalizar las deudas, y vender las acciones a inversionistas privados,  asumiendo el Estado un papel pasivo de “copropietario”. Finalmente, las  cooperativas ya en manos privadas la mayoría de sus acciones, se  convirtieron en sociedades mercantiles.
Concesiones a actividades extractivas 
 Entre  las actividades extractivas que han permitido al gran capital el  adjudicarse tierras en gran escala mediante Concesiones, están la  minería, hidrocarburos y forestal. En el caso de la minería, durante  casi la última década los derechos mineros se han duplicado. Para el año  2008 ya ocupaba una superficie de 16.3 millones de hectáreas,  equivalentes al 12.8% de la extensión total del Perú., entre áreas de  explotación y exploración. 
Esto les da no sólo un poder económico, sino  político, a través de la influencia de sus lobbys en las máximas  instancias del Estado y el gobierno. Es casi seguro que por cada  concesión se haya cometido un “faenón”. Todo ello a costa de la  vulneración de los derechos de las comunidades campesinas y nativas a  los recursos y la tierra, que venían ocupando, y gracias a diversas  normas que así lo han permitido y lo seguirán haciendo. Pero el impacto  social y ambiental sobrepasa los límites territoriales de las propias  concesiones adquiridas. 
Así mismo, los contratos para la explotación  de hidrocarburos en la Amazonía cubren extensas áreas, de hasta 44  millones de hectáreas a diciembre de 2007. Los territorios con más áreas  bajo concesión son las cuencas del Ucayali (23% del total) y del  Marañón (56% del total), respectivamente. 
Por ejemplo, Maple que es una de las empresas  que más ha invertido en diversas regiones, planea en esa área producir  etanol, y eso a partir de la caña de azúcar en las plantaciones que  posee en el Valle del Río Chira. Es toda una cadena productiva.
Pero a quienes se han dado las mayores  concesiones territoriales, -principalmente en la Selva-, ha sido para la  actividad forestal. Las áreas concesionadas para explotaciones  forestales están por encima de los 7.6 millones de hectáreas, que  constituyen casi el 70 % de la superficie total de la Amazonía peruana. 
Producción de agrocombustibles 
Desde que se descubrió que los  agro-combustibles podían sustituir progresivamente a los combustibles  fósiles -petróleo y sus derivados hidrocarburos, los ojos de las  transnacionales viraron hacia los países productores nuevamente. 
La transnacional norteamericana Maple, compró  al Gobierno Regional de Piura más de 10,000 hectáreas de tierras  eriazas, con derecho a agua. Como ya mencionamos, su finalidad era tener  mayor espacio para sembrar caña de azúcar, necesaria como insumo para  la producción de etanol en las áreas concesionadas que tiene en la  selva. En Piura, Maple ha llegado a ocupar una extensión total de 11,975  hectáreas, gracias a la adquisición de más tierras a los productores  agrarios. 
Por su parte, el Grupo Romero, también en  Piura, adquirió más de 3 mil hectáreas en el valle del Chira, con la  misma intención que la otra empresa. Tras constituir la empresa “Caña  Brava”, adquirió más de 8 mil hectáreas, y ahora busca ampliar su  “latifundio” a 10,000 hectáreas.
El grupo Romero posee grandes extensiones de  cultivos de palma aceitera en la selva alta, destinados tanto al consumo  humano, como a la producción de biodiesel, otro “agrocombustible”.
Para tener una idea de la importancia que  tiene la palma aceitera, en las empresas que vienen adjudicándose  grandes áreas, cabe señalar por ejemplo, que proyecto Shanusi, entre  Loreto y San Martín, tenía sembradas 8,000 hectáreas hacia mediados del  2008. Al mismo tiempo, Palma del Espino, en Tocache (San Martín) contaba  con 12,000 hectáreas de palmas cultivadas, y con una proyección de  15,000 hectáreas para el año 2012. Así que los intereses en la  adquisición de territorios tienen los ojos puestos en esas regiones. 
Expropiación y compras de tierras 
La legislación que permitió la apertura del  mercado de tierras fue dándose pausadamente durante la década de 1980,  para alcanzar un punto culminante con la llamada Ley de Tierras, de  1995. Pero a pesar de tener una vigencia de más de catorce años, no  parece que el mercado de tierras sea el principal mecanismo del actual  proceso de concentración de la propiedad. 
La abundancia de pequeñas propiedades y la  falta de saneamiento legal de los derechos de propiedad, puede  desestimular a los inversionistas, quienes tienen de todos modos la  posibilidad de acceder a tierras no ocupadas previamente, como se ha  mostrado líneas arriba.
En Ica el proceso de compraventa de tierras  fue atractivo pero la escasez de agua -aparentemente agudizado por las  nuevas empresas agroexportadoras—, impidió que sea mayor. 
Se sabe también que en el valle de Piura se  ha generado un mercado de tierras relativamente activo, Y son los  pequeños agricultores los que constituyen el grueso de los vendedores.  Algunas compras conocidas son las efectuadas por el Grupo Romero, de  tierras de la antigua cooperativa.
Huando, en Huaral (alrededor de 500  hectáreas); por Camposol en Piura y Barranca; y por Complejo Agrícola  Beta en Chiclayo (1,200 hectáreas) y Piura (200 hectáreas).  Recientemente, El Grupo Romero ha adquirido del gobierno central y la  Región San Martín 8,000 hectáreas de tierras. 
Al amparo de algunos decretos legislativos  dados en junio de 2008, las tierras eriazas de algunas comunidades  campesinas que no tenían títulos de propiedad han sido virtualmente  confiscadas por el Estado y puestas en subasta para su compra por  inversionistas. Ese es el caso de las comunidades campesinas de Santa  Lucía de Ferreñafe y Olmos, ambas en Lambayeque.
Epílogo 
 Todo  este panorama nos permite tener una mejor visión de los conflictos  sociales de los últimos años, y una perspectiva de lo que pueden esperar  los sectores campesinos y nativos respecto a la actitud del Estado y la  mayor penetración del capital privado, nacional o trasnacional, en las  actividades productivas e industriales, a costa de la apropiación de los  territorios de pueblos originarios e incluso de los medianos y pequeños  propietarios agrarios. Nuevas luchas se avecinan y también ello exige  estrategias diferentes a las hasta hoy empleadas para impedir la  acumulación de la gran propiedad o darle batalla a los expropiadores. Y  ello será parte de la evaluación que haremos en el próximo número. A  continuación, algunas conclusiones preliminares.
-A cuarenta años del inicio del proceso de la  reforma agraria promovida por el régimen militar del general Juan  Velasco Alvarado, vivimos un proceso a la inversa, de retorno del  latifundio. 
-Pese a que últimamente voceros del alanismo  han propuesto un proyecto de Ley que aparentemente “limita” el tamaño de  las grandes propiedades, esto tendrá efectos adversos hacia la pequeña  propiedad, legalizando desde ya algunas concentraciones de tierras que  se han venido gestando en las últimas décadas. 
-La concentración de la gran propiedad se  está dando en condiciones de crecimiento de la agroexportación, y  principalmente en la costa, se ha visto el resurgir de los  “latifundios”.
Modelo económico que centra en el derecho a  la propiedad pero paradójicamente excluye a la mayoría de pequeños  propietarios del acceso a la propiedad y a los recursos naturales en  manos de pocos.
-Según ya refieren especialistas en el tema,  que han aportado los principales datos para este informe, estos hechos  referidos, “están generando situaciones de abismal inequidad, similares a  las que se vivían en el Perú antes de la reforma agraria de 1969. Esta  creciente desigualdad es terreno fértil para conflictos sociales y  políticos”. (La Revista Agraria (CEPES), Año 11 Nº 119 - Junio 2010, y  Año 10 Nº 107 - Mayo del 2009).
fuente:
http://www.uslperu.blogspot.com/
fuente:
http://www.uslperu.blogspot.com/



 
 
 
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