Unas 36 mil personas duermen en albergues de Nueva York, la cifra más alta jamás documentada
David Brooks
La Jornada
Esta mañana se suicidó uno de los financieros ligados al escándalo de Bernard Madoff en lo que posiblemente es la estafa más grande de la historia de Wall Street (nada fácil es ser campeón ahí con tanta competencia), mientras que en una esquina de Broadway un afroestadunidense tiene chamba temporaria portando un anuncio de gangas, ya que se clausura otra tienda cantando “qué dulce es ser querido por ti”.
En cualquier esquina de esta ciudad brotan conversaciones sobre inseguridad económica, cómo pagar la deuda de la tarjeta de crédito, la hipoteca, la escuela de los hijos y de cuántos amigos y familiares están recién desempleados. Visualmente la crisis se manifiesta a lo largo de Broadway y la Quinta Avenida, donde las tiendas ofrecen baratas de todo tipo aun antes de la Navidad, pero muchas están semivacías en esta época que es tradicionalmente la más activa.
De repente desaparecen tiendas y sólo quedan las vitrinas vacías y un anuncio de que se renta el espacio.
Hasta la tienda que se especializa en la liquidación de bienes a precios de descuento acaba de tronar. En la puerta de atrás de la tienda, que anuncia precios para vender todo ya, está estacionado un lujoso Rolls Royce negro. Podría servir de símbolo para esta crisis: la liquidación de una economía mientras atrás, listo para huir de la escena, está el Rolls con su chofer.
Y es que los ricos están huyendo de todo: declaran que fueron sorprendidos por la crisis y que, ni modo, ahora tendrán que dejar de construir otra casa de lujo, otro condominio, tal vez despedir algunas sirvientas. Hay peores humillaciones: como condición del rescate de la industria automotriz por el gobierno, los ejecutivos tendrán que vender sus jets privados.
El problema aquí no es el “sufrimiento” de los más ricos en el sector financiero, sino que se calcula que uno de cada cuatro empleos en esta ciudad está de alguna manera relacionado con ese sector. Éstos incluyen a trabajadores de servicios de todo tipo, desde meseros a taxistas de sitios que tenían contratos con empresas financieras, de los que preparaban el café para los “maestros del universo” que fueron figuras emblemáticas del auge financiero que ahora resulta que en gran medida fue inventado y vendido como algo real.
La Navidad promete luz, pero aquí en esquinas oscuras, de repente los bultos se mueven y se revelan como seres humanos que buscan un poquito de calor sobre rejas que cubren escapes de sistemas de calefacción de edificios, o que ingresan a los Starbucks pretendiendo tomar una taza de café, o que se asilan en el Metro.
“Sin techo, por favor ayude”, dice un letrero, y agrega: “soy veterano de guerra”. No son escenas nuevas, aun en pleno auge económico era normal toparse con “gente de la calle” en una de las ciudades más ricas del mundo, la sede mundial del capital.
Pero ahora, al estallar la peor crisis económica desde la gran depresión, se percibe una realidad. Al desplomarse la economía y la temperatura (ayer Nueva York estaba a 7 grados bajo cero), se eleva el número de los sin techo. Según cifras de esta semana, unas 9 mil 720 familias, unas 36 mil personas, pernoctan en albergues municipales. La mitad de ellos son niños. Es el número más alto jamás registrado desde que se empezó a calcular este rubro hace más de 25 años, reportó la Coalición para los sin Techo, que no incluye a los miles que se la juegan en las calles, en el Metro o donde pueden.
Se reportan incrementos dramáticos en solicitudes de apoyo para alimentación, vivienda, pago de deudas y más en esta ciudad. Pero de regalo de Navidad, uno de los hombres más ricos del planeta (o lo era hace poco) con una fortuna calculada en 11 mil millones de dólares, y que a la vez es el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, está advirtiendo que habrá severos recortes en el presupuesto municipal en educación, salud y asistencia social como resultado de la crisis provocada por los ricos y los políticos. Tendrá impacto directo en los niños de esta ciudad, por una decisión política que ha determinado que los hijos pagarán por los pecados de sus padres.
Casi 40 por ciento de los neoyorquinos expresan temor de que podrá perder su empleo y 58 por ciento reporta que ya ha sufrido una pérdida de ingreso o reducción del valor de sus ahorros, según revela una encuesta reciente de Crain’s New York Business, reportó el New York Daily News.
Entre la angustia y el temor, aparecen imágenes en la televisión de un presidente electo en traje de baño (o “semidesnudo” como llama la prensa amarilla) en las playas de Hawai, donde Barack Obama vacaciona antes de regresar a ocupar la Casa Blanca y enfrentar la crisis. No pocos esperan que él empiece a resolver el problema al asumir el 20 de enero: la gran mayoría en esta ciudad votó por él y muchos de los más afectados por esta crisis celebraron su triunfo.
En un mar de corrupción financiera y, por supuesto, política, la oficina de Obama emitió hoy un informe afirmando que aunque algunos de sus principales asesores tuvieron repetidos contactos con el gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, sobre la curul del Senado que dejó vacante el presidente electo, nunca hubo un intercambio inapropiado. El gobernador está acusado, entre otras cosas, de “vender” ese escaño al más alto postor (él tiene la autoridad exclusiva de nombrar un sustituto para cumplir los dos años restantes del periodo de Obama en la Cámara alta federal). “En ningún momento en la discusión de la curul del Senado o de posibles sustitutos escuchó el presidente electo sugerencia de que el gobernador esperaba un beneficio personal a cambio del nombramiento al Senado”, afirma.
“No significa nada si no tiene ese swing”, dice la canción que se escucha en la plataforma de la línea F y D en la estación Broadway-Lafayette. Un conjunto de metales y un tambor provocan que decenas de personas que esperan el tren y disfrazan su angustia empiecen a moverse al ritmo de Duke Ellington. Canta un chaparro poco atractivo con voz ronca y perfecta. Una joven bella que espera el tren escucha como en trance, mientras un par de personas empiezan a bailar. Es una rola de 1931 y primero grabada en 1932, en plena gran depresión. Está llena de vida, y uno tiene que moverse al escucharla; interrumpe toda depresión posible.
Llega el tren. Todos cooperan con monedas y hasta billetes, sonríen por un segundo y se suben. La mujer mira por un segundo y toma una decisión sobre su destino. Las puertas se cierran, y ella se queda. No se sabe si el nombre del vocalista y trompetista es José ni si ella se llama María. Pero ahí, en esta noche buena en esa esquina subterránea, nació un poco de luz.
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