"El comunismo NO es una etapa a la que
debe llegar la humanidad, sino UN impulso permanente que surge de
las siguientes convicciones: los seres humanos somos radicalmente
iguales; los seres humanos merecemos, en el momento de desarrollo de las
fuerzas productivas, que ni uno solo de nosotros pase hambre; en tercer
lugar, la raza humana merece que todos los que la integran tengan su
tiempo libre para dedicarse a pensar, a escribir, a investigar… Ése es
mi comunismo: llegar a eso sin intentar describir más una situación
ideal o una Jerusalén celeste en el planeta Tierra. Pero, como
comunista, eso debo llevarlo a mi vida en el hoy. Ya está. No aspiro a
otra cosa."
JULIO ANGUITA 2013
Entrevista a Julio Anguita sobre economía, la Transición y política contemporánea.
“O nos arriesgamos a salir del euro o nos morimos de inanición”
Finanzas
El histórico
dirigente comunista Julio Anguita acaba de lanzar un nuevo libro escrito
mano a mano con el periodista Julio Flor. Se llama “Contra la ceguera.
Cuarenta años luchando por la utopía”. En él recorre la historia de
Izquierda Unida, sus vivencias como líder de esa formación y del Partido
Comunista y, en paralelo, la de la historia reciente de España, desde
la Transición hasta nuestros días con una visión crítica y combativa.Se
detiene mucho, y de ahí nuestro interés por entrevistarlo, en el proceso
de construcción europea, en el Tratado de Maastricht en especial, el
origen, a su juicio, de los males que ahora vive España y, en general,
los países de la periferia. Lo que le hace merecedor de este espacio no
es que lo haya dicho hoy, cuando todo el mundo reconoce el fallido
proceso de creación del euro, sino ya a principios de los noventa.Pero
cree que no está todo perdido. Opina que hay remedio: salir del euro y
montar una sociedad sobre otras bases. La lucha sindical, la lucha de la
izquierda, ya no pasa por pedir más parte del pastel para los
trabajadores, sino crear otro pastel. Hay un mundo que se termina, pero,
con él, también lo que se ha venido a plantear como su alternativa.
El título de su libro es “Contra la ceguera” ¿Qué es lo que no vemos o lo que no queremos ver?
Eso
sí que es importante, esa matización que ha hecho. No queremos ver que
toda una civilización, que toda una concepción de la vida, que todo un
desarrollo de una determinada economía se están acabando. Pero no sólo
está llegando a su fin el desarrollo de esa economía, sino que incluso
lo que se ha venido a plantear como alternativa. ¿Qué estoy diciendo?
Estoy diciendo lo mismo que Schumpeter, uno, quizás, de los diez mejores
economistas que ha habido en el mundo, que dijo que el capitalismo
morirá de éxito, en el sentido de que, cuando se extendiese por todo el
universo, al no tener más terreno donde ir, se encontraría con que las
contradicciones inherentes al sistema tenderían a plantearle cada vez
más problemas.Pero lo que ha venido a ser la oposición en la Primera, en
la Segunda, en la Tercera, en la Cuarta Internacionales, que,
básicamente, salvo en aquellos momentos en los que plantearon un mundo
distinto, ha consistido en la práctica en pedir más parte del pastel,
también se ha quedado con que no tiene una política clara. No se puede
ya pedir mayor participación en la tarta, porque ni el poder puede ni el
poder quiere. Ambos, el poder y el contrapoder, están obligados a
pensar en un paradigma nuevo.
¿Y cuál sería ese paradigma nuevo?
Le
daré unas breves notas. Primero habría que plantearse el objetivo. Y,
para mí, sería cumplir la solemne Declaración de los Derechos Humanos y
la Carta de la Tierra. Son dos documentos que se pueden leer, son
accesibles para todo el mundo y sobre los que hay consenso. Y, después,
algo que va a chocar con la filosofía imperante: ha llegado la hora de
que la política le diga a la economía por dónde tiene que ir. Ése es el
mayor salto que hay que dar. Los mercados ya no pueden decidir. Los
mercados, bajo una distinta fórmula, tendrían que ser los encargados de
poner en marcha las directrices, los acuerdos a los que llegue la
sociedad a través de la política.
Antes de la crisis, durante
la euforia económica, ¿nuestro pecado fue también ese no ver o, dicho de
otra manera, la falsa conciencia, creernos lo que no éramos?
A
ver si puedo contestar a esto sin caer en la jactancia, cosa que no
pretendo. Sí hubo gente que más o menos venía anunciando lo que ahora
estamos viendo. En concreto, en España hubo un debate en el interior de
Izquierda Unida que terminó con una escisión importante como
consecuencia del debate del Tratado de Maastricht. El Tratado de
Maastricht fue algo decisivo porque marcó una manera de desarrollar el
proyecto europeo. Tanto es así, que el día 31 de mayo del año pasado
Felipe González, una de las figuras de la moneda única, reconoció lo
siguiente: “Cuando construimos la moneda única, no tuvimos en cuenta que
no había una política fiscal común…”. En aquel momento, la idea de
“Europa, Europa, Europa” arrastró y sedujo la inteligencia de mucha
gente. Y éstas son las consecuencias.
¿Y qué vio usted para tenerlo tan claro incluso desde el año 1990?
Yo
no es que tuviera una visión arrebatada como Moisés en el Sinaí. Fue
muy sencillo. Resulta que yo tenía un equipo económico bastante bueno,
con personas como Martín Seco, Pedro Montes o Juan Torres, entre otros,
que leyeron el Tratado de Maastricht y se dieron cuenta de sus
consecuencias. Ahí comprobamos cómo se estaba torciendo el proyecto
europeo. Era de cajón. Sobre todo cuando leímos en el artículo 104 que a
partir de entonces los Gobiernos no podían ir a pedir préstamos a sus
bancos centrales, sino que tenían que ir necesariamente al mercado, es
decir, a los bancos.
¿Pudo influir en ese diseño de Maastricht
el hecho de que en el año 1989 cayera el Muro de Berlín o que en 1991
colapsara la URSS?
Me pilla preparando una conferencia para
el día 17 en Sevilla que titulo “La década prodigiosa”. Yo sé que ése es
el nombre de un grupo musical. Pero con él me refiero a que,
efectivamente, la caída del Muro de Berlín empezó a desatar la utopía de
1989, que duró toda esa década de los noventa. ¿En qué consistía esa
utopía? Tras caer el Muro de Berlín y la URSS, se suponía que empezaba
en el mundo el reinado de la paz y, por tanto, ya no iba a haber gasto
en armamento. Además, Fukuyama publica “El fin de la historia” y la
globalización se extendía no ya sólo como un desarrollo de una
determinada manera de entender la economía, sino como una cosmovisión.
En definitiva, empezaban a aparecer una serie de escritos en los que
venía a decirse: “Ya hemos vencido”. Y, dado ese triunfo, no sólo se
extendía una concepción económica, sino un “logos” a la manera en que
Hegel lo interpreta en “El devenir de la Historia”.
¿Salir del euro ahora? Fue un fracaso pero, ¿nos conviene irnos en estos momentos?
Formulado
en un debate académico, salirse del euro es un disparate, es verdad.
Repito el mensaje académico: Europa es una necesidad, sí, desde luego;
la Europa unida es necesaria, desde luego; una Europa unida necesita de
una moneda única, indiscutible. ¿Cómo va nadie a rechazar eso? El
problema es que cuando bajo a la realidad, ya me encuentro que esa
Europa no es tan Europa. En este momento es una Europa a varias
velocidades, en donde el sur está en una situación de dependencia con
respecto al norte; una Europa que no está unida, porque no hay una
política exterior; una Europa que no tiene intención de crear una
federalidad; una Europa que no tiene una política fiscal común y que
cuenta con un presupuesto que es cada vez más reducido. Entonces, me di
cuenta de que para defender el euro actual utilizan un argumento
académico. Y la realidad es que este euro es insostenible. Yo no niego
que en su momento sea necesaria una moneda única, pero este euro
concreto que tenemos aquí, que ha beneficiado fundamentalmente a
Alemania, como ya se advirtió en su momento, hay que abandonarlo. Pero
se me dirá: “Usted es un insensato, porque está planteando ir a un mundo
inseguro en el que no sabemos lo que va a haber”. Ciertamente, es algo
arriesgado. Pero la alternativa es: o se arriesga uno con todo lo que
puede conllevar, o se muere de inanición.
Pero no sólo plantea salir del euro, sino tomar unas medidas que nos gustaría que recordara…
La
auditoría de la deuda pública, porque cuando escuchamos que de lo que
ha inyectado el Estado en la banca, hay una parte que se da por perdida,
ya me estoy dando cuenta de que estamos en un contexto en el que una
cantidad enorme de la deuda es ilegítima (en Latinoamérica la llaman
“deuda odiosa”). Por eso, se necesita una auditoría, es decir, analizar
qué parte de la deuda que hay se ha contraído por el pago de la
cobertura de las necesidades que el Estado ha tenido en forma de
escuelas, ferrocarriles, lo que sea… y cuánta de ella se ha destinado a
dársela a sectores como el bancario. Entonces, a partir de ahí, la deuda
que es ilegítima no se paga. Pero, si a pesar de ello, si a pesar de
conseguir que la deuda ilegítima no se pague, el país llegase a una
situación en la que no puede vivir, no se paga. Porque primero que hay
que vivir. Ya sé que estoy planteando las cosas “in extremis”, pero es
que estamos llegando a una situación “in extremis”.
Por eso, el
último cambio de la Constitución yo lo califiqué en aquel momento de
“delito de lesa patria”, porque supone que un país se entregue a los
señores a los que debe, externos y externos, enajenando toda posibilidad
de que los que viven en el país puedan tener los mínimos atendidos.
¿Cómo crear empleo en estos momentos?
Para
hablar de crear empleo en serio, hay que tener en cuenta la primera
cosa que dije: la política dirige la economía. Yo, sin eso, no me
comprometo a nada. Porque, de otra manera, se trataría de crear empleo
sobre las bases de lo que hay. Y ya se ha visto que es imposible.
Además, por razones objetivas, no porque la gente sea malvada. Cuando
hablamos de capitalismo, mucha gente lo plantea como si fuera un mal
perverso. Yo solamente hablo de él como sistema de producción. Intento
objetivarlo, con sus contradicciones. Por tanto, hay que partir de una
base. Y esa base es que la política comience a decidir cuáles son los
objetivos a cumplir.
A partir de ahí, hay tres sectores que, para
mí, constituyen los yacimientos de trabajo. Uno es el mundo de la
sanidad (atención, protección social, atención a los hogares, a los
ancianos). El segundo es la enseñanza, que tampoco es el profesorado
exclusivamente. El tercero es el mundo del medio ambiente, que comienza
por plantearse una auténtica repoblación forestal, con la vista puesta
en los próximos ochenta años, lo que significa evaluar y poner en marcha
los recursos hídricos, plantearse el reciclaje en un plan nacional, el
cuidado de los campos que, como ya no hay animales, son presa de los
incendios….
Además, hay que plantearse algo que no ha querido
hacerse aquí: hay que reindustrializar el país partiendo del análisis de
los sectores en los que podemos ser ahora mismo punteros. Ahora
observamos que alguno de los que hemos privatizado pueden tirar de la
economía. Y, claro, eso plantea tomar una serie de decisiones acordes
con el artículo 128 de la Constitución: “Toda la riqueza del país, sea
cual fuere su titularidad, está subordinada al interés general”. Se
trata de decisiones aparentemente radicales pero, todas ellas, basadas
en la Constitución. Vamos, desafío a cualquier abogado que me diga que
las medidas que acabo de plantear están fuera de la Constitución. Todas
son posibles con el texto constitucional.
¿Sirve el lema ‘trabajar menos para trabajar más’?
Por
supuesto. Esa es una medida básica. Quiero recordar que a mediados de
los años noventa Izquierda Unida puso en marcha una iniciativa
legislativa popular para reducir la jornada laboral. Recogimos cerca de
800.000 firmas, que era una cosa difícil. Tuvimos en contra a los dos
sindicatos mayoritarios, hay que decirlo. Planteábamos que era necesario
comenzar a abordar esa posibilidad, pero con todas sus consecuencias.
Hay que pensar mucho antes de plantear que un empresario debe admitir a
unos trabajadores con las mismas condiciones que a los que tiene ahora
mismo.
Un trabajador tiene tres niveles salariales: el salario
directo, que es el que cobra en la nómina; el salario indirecto, que es
el que percibe a través de los servicios públicos; y el diferido, que es
el que cobra cuando se ha jubilado. Entre ellos, entre los tres, debe
establecerse una relación de tal manera que si yo garantizo el salario
indirecto y el diferido, a lo mejor tengo que hablar de menos dinero en
el salario directo. Pero eso implica un tipo de sociedad en la que el
despilfarro, el estar constantemente comprando cosas que son inútiles,
no tendrá sentido. Pero los sindicatos tienen miedo de entrar en este
tema, porque están tocados por ese mal que señalaba al principio: siguen
pensando que su labor es sacar más parte del pastel y ese pastel se
acabó. Son incapaces de pensar en otro pastel, en una construcción
alternativa.
Cuéntenos esa austeridad bien entendida que defiende.
Yo
soy una persona austera. Mi padre me enseñó a consumir lo que era
necesario. Yo tuve una juventud austera y no me faltó de nada. Y ahora
mismo, yo creo que vivo bien.Yo tengo una casa muy normal y vivo bien,
porque tengo una serie de horizontes que no consisten en cambiar de
coche cada tres años, tener un chalé en otro sitio… Ahora bien, la
austeridad no es, ni más ni menos, que una visión de ordenamiento de la
riqueza para que la disfrute toda la humanidad. Y esto significa que los
recursos económicos, naturales, mentales se ponen al servicio del
disfrute en común, pero sin caer en el despilfarro. Los gastos
presupuestarios faraónicos quedan suprimidos, igual que ese aeropuerto
de Castellón o el de Ciudad Real. Significa que en las administraciones
públicas, qué es eso de los cargos de confianza que a veces duplican las
plantillas naturales. Significa, muy ligada al medio ambiente, una
recta administración de los recursos naturales, el consumo de agua, de
electricidad, la ley de la obsolescencia programada… Es decir, todo eso
es austeridad. No estoy hablando de que la gente viva mal, en absoluto,
lo que digo es que hay que vivir de otra manera, más acorde con la
realidad.
Pero, ¿sabe lo que me ha pasado muchas veces cuando yo
he explicado el concepto de austeridad y no hablo de ella en el sentido
en que lo hace el Gobierno cuando habla de los recortes? Pues me han
dicho: “No, no, esto no gusta a la gente, yo prefiero que hables de
‘vivir bien’”. Y yo les respondo: ”A mí me dais miedo cuando habláis de
vivir bien, porque yo quiero que me digáis qué es vivir bien”.
También
critica la ideología disfrazada de ciencia, que la economía, siendo tan
ideológica como lo es ahora, vaya disfrazada de ciencia… Me gustaría
que desarrollara esta idea, que me parece muy sugerente.
Ahora
mismo se habla de la economía como de una ciencia casi exacta, pero, en
realidad, estamos en una fase del desarrollo de la economía que está
basada en el desarrollo de las fuerzas productivas en un momento
histórico dado. La economía no es así desde el principio de los tiempos.
Está sometida a la historicidad. El mensaje que se nos transmite hoy de
que así es la economía, porque es ciencia, y que, por tanto, no se
permite ningún cambio, otra visión, otra interpretación, es una falacia.
Ésta, la economía actual, es la que se desarrolla en un momento
específico en el siglo XIX, que comienza en la revolución agraria
inglesa. No podemos hablar de la economía, sino de la actual visión
económica, según la cual el mercado siempre decide.
Voy más allá.
La economía actual está basada en tres principios: el mercado, la
productividad y el crecimiento sostenido. Pero, para mí, por ejemplo, el
principio rector de la economía debería ser el desarrollo de los
derechos humanos. Y ése sería otro parámetro que cambiaría radicalmente
su funcionamiento.
Hay opciones. Claro que las hay. Y todas son
políticas. Porque no hay nada técnico, aséptico, objetivo, imparcial. Al
contrario. En esto siempre hay quien gana y quien pierde.
Por
eso me gusta mucho lo que dice sobre las pensiones: la “ciencia
económica” nos dice que el sistema público de pensiones es insostenible,
pero cuando rascas un poco, aparecen intereses espurios que quieren
acabar con él para apropiárselo.
Sí, exactamente, usted lo ha
dicho. Pero fíjese qué tremendo error encierra. Imaginemos que eso es
así. Bueno, pues vale. A partir de ahora, las pensiones públicas se van a
ir reduciendo hasta convertirse en algo puramente de beneficencia.
Entonces, el resto de los humanos, la mayoría de la gente, tendrá que ir
llenando un calcetín llamado “fondo de pensiones”. Pero un fondo de
pensiones necesita de un salario fijo, grande o pequeño, para que la
gente con el presupuesto que tiene todos los meses vaya apartando una
parte para el plan. Pero como resulta que el empleo fijo no está
garantizado y, de seguir así, no estará garantizado para amplias capas
de la población, no hay garantías de que el fondo de pensiones sea
abastecido de recursos, con lo cual, fallo desde el principio. Pero,
¿tan cegados están? Yo creo que han caído en la cuenta, pero no quieren
verlo. Se ponen la venda. Otra vez la autoceguera.
¿No respalda la dación en pago?
No.
Porque la dación en pago es una figura según la cual alguien pierde su
casa. Y yo otra vez me acojo a la legalidad, otra vez me acojo a la
Constitución y a los Derechos Humanos. Por el artículo 47 de la
Constitución, esa señora, ese señor, esa familia, que no paga la
hipoteca porque se ha demostrado que no tiene ingresos, no pierde su
casa. Que no lo pierde, punto. Y no se discute. Esto no significa darle
la vivienda en propiedad. El dinero que debe, se devolverá cuando
encuentre trabajo y cambien sus condiciones de vida. No va a recibir un
regalo de todos los españoles.
¿Somos los españoles tan corruptos como los políticos? En algún momento del libro lo llega a decir…
Ha
llegado la hora de decir la verdad aunque duela. Los políticos salimos
todos de la sociedad. No somos extraterrestres. Y la sociedad actual, en
donde el concepto de lo público no ha tenido ningún raigambre, porque
lo público se cree que no es de nadie y por eso se ha hecho un uso y
abuso de ello; en donde hay una moral pública y otra privada; en donde
la hipocresía es muy corriente… los hombres y las mujeres que son
electos llevan en sí eso que han vivido. Pero con esta argumentación no
les estoy exonerando de responsabilidades. Al contrario. Su tremendo
pecado, su tremenda falta, es que cuando son elegidos deben cambiar y no
lo hacen. Por eso, defiendo que cuando se demuestre que el que ha
robado es un cargo político, la pena debe multiplicarse con dos. Pero,
¿por qué la gente sigue votando a ladrones? Esto es lo que no me encaja.
Lo que estamos viendo ahora es increíble. Yo creo que en otro sitio la
gente se echaría a la calle y protestaría.
Es muy interesante
el discurso desmitificador que realiza de la Transición española y lo
crítico que se pone con el papel desempeñado por Carrillo y PCE en ella.
¿Tan mal lo hizo?
Yo no he dicho que lo hiciera tan mal. Lo
que he criticado es que la decisión de aceptar la bandera, el rey… se
tomó en un comité central por sorpresa con el argumento de que habría un
riesgo de golpe militar si no se hacía así. El problema no es que se
aceptase en aquel momento la bandera o la monarquía porque pudiera haber
un peligro inminente. Hasta ahí hasta lo puedo entender. El problema es
que el Partido se entregó totalmente a ese acuerdo cuando era
consciente que los demás no estaban cumpliendo su parte. Recuerdo las
palabras de Miquel Roca ya en los años noventa en una entrevista que le
hizo Julia Navarro, cuando dijo: “Bueno, bueno, eso de que la
Constitución habla de la planificación democrática de la economía y
demás… eso hubo que ponerlo porque cuando la escribimos estaba muy cerca
la Revolución de los Claveles, pero eso no hay que cumplirlo”. El
Partido tuvo constancia de que había pactado con tramposos y ése fue su
gran error y de eso le acuso fundamentalmente.
¿Por qué dice que el golpe de 1981 triunfó?
Pues
porque triunfó. El golpe se frustra, entre otras razones, porque los
que lo organizaron, que querían un golpe blando, cometieron la
insensatez de confiar en un fascista. Aquel hombre iba a dar su golpe,
aquél con el que había soñado su alma de franquista inveterado. Cuando
le presentan una lista de un Gobierno en el que están todos, dice:
“Pero, hombre, yo no me juego la vida para esto”. Y, entonces, al día
siguiente, todas las fuerzas políticas van a la Zarzuela a visitar a un
Rey que aparece de salvador aquella noche. En torno a este montaje, a
partir de entonces, los partidos políticos son pastoreados, situados
dentro de un círculo del que no se pueden salir. Se tragan la LOAPA, se
tragan la ley electoral, se tragan una serie de cosas por el miedo a que
esos poderes malignos puedan volver a aparecer. Y, en el centro, el
monarca. Por eso el golpe triunfó. No triunfó en las Cortes, triunfó en
la Zarzuela.
¿Para cuándo la República?
Buuuuff… Yo
que soy ardiente republicano, no digo que me indigne, pero observo cada
día con creciente preocupación que para muchas personas, para muchos
compatriotas míos, la República es sacar la tricolor en manifestaciones y
atacar al Rey. Mientras que cuando alguien hable de República no
presente un plan concreto, no creo que la República sea posible.
Mientras ser republicano sea insultar al Rey Juan Carlos, y no porque se
le insulte, sino porque es inane, estéril, y sacar la tricolor, aquí no
habrá República nunca.
¿Estamos volviendo al siglo XIX o a la Edad Media?
La
Edad Media surge cuando un imperio universal, o una iglesia universal
en la terminología de Toynbee, se rompe, se fragmenta. Surgen entonces
los diversos reinos bárbaros, que se organizan de una manera muy
rudimentaria, la cultura se hunde, la reflexión se hunde, también el
Derecho… En estos momentos estamos viviendo la ruptura del mundo que
empezó a surgir en la Ilustración. Estamos ante la negación de la
reflexión, del pensamiento. Estamos en la era de las máquinas, de la
cibernética, del no reflexionar. Pero, no sólo eso, sino que la ley, el
Estado de Derecho, la democracia, por imperfecta que fuera, tomaba
decisiones y se ponían en marcha, pero ahora las toman los mercados. Y,
al tomar las decisiones unos poderes que no están refrendados por la
democracia, estamos volviendo a los señores feudales de la Edad Media.
Por eso hablo de que volvemos a la Edad Media. Pero, además, esa Edad
Media se extiende al siglo XIX español, con ese reinado inmundo de
Fernando VII, en el cual se instauró el que podemos llamar espíritu
retardatario español, para irse desarrollándose a lo largo del siglo XIX
y hasta el XX.
¿Cómo explica el invento de la pinza? ¿Puede
venir de ahí que Izquierda Unida se convirtiera en el palmero del PSOE
durante la primera legislatura de Zapatero? ¿Por complejo?
Yo
no niego que desde el nacimiento de IU hay dos visiones opuestas, que
son heredadas del PC, en el que hay dos almas y un cuerpo. El cuerpo es
único y las almas son las dos que derivan de las diferentes concepciones
sobre el papel de la izquierda que nosotros representamos o que
queremos representar en su relación con el PSOE. Yo creo en una visión
política que es bastante de izquierdas consistente en buscar alianzas
permanentemente en torno a un programa, no en torno a siglas. En el
Partido Comunista y en Izquierda Unida hay otra cultura que cree que la
unidad de la izquierda es la unidad parlamentaria entre socialistas y
comunistas. Esas dos visiones se han estado enfrentando durante mucho
tiempo. Para unos, nosotros somos los aliados naturales del PSOE y otros
no nos negamos a pactar con el PSOE, pero con programas, ante notario,
que se vayan cumpliendo los compromisos, que se cuantifiquen, que se
trasladen a leyes en el Boletín Oficial del Estado. Ahí está el gran
debate que ha habido y que sigue habiendo dentro de Izquierda Unida. Yo
represento a una parte. O, mejor dicho, estoy en una.
¿IU está
abducida por el PSOE en Andalucía? ¿Cree que sin IU en Andalucía
saldrían adelante según qué políticas, como la nueva política de
vivienda y desahucios?
¿Cuántas políticas más se han
desarrollado de este tipo? No hay más. No hay ninguna otra medida
tomada. No hay ninguna más. Por ejemplo, existía el compromiso de poner
en marcha un impuesto sobre determinadas grandes superficies, pero la
presidenta andaluza se ha negado a instaurarlo. Pero no sólo eso. A los
profesores se les ha recortado la parte del salario que cobran de la
Autonomía. Han hecho lo mismo que en el Gobierno central. Una cosa es
aplicar lo que manda Madrid, porque es preceptivo, y otra, recortar lo
que depende de ti. Pero sigo: todas las medidas que se han planteado
respecto, por ejemplo, al banco de tierras, han quedado en nada. Sólo se
ha permitido una posibilidad, que es en el tema de los desahucios o en
las viviendas públicas. En el resto no ha habido nada. El hecho de que
una fuerza política que tiene el 27% de los votos sólo controle el 4%
del presupuesto ya lo dice todo. Porque justo las consejerías que tiene
Izquierda Unida fueron vaciadas de contenido, se les quitaron
competencias. Eso es lo que he dicho desde el principio y lo que sigo
manteniendo.
¿PSOE+IU en 2015?
Para mí los pactos
forman parte de la vida misma. Estamos todo el día pactando, porque, de
lo contrario, el mundo sería insoportable. En política, más. El pacto es
para mí inherente a la política. Así que yo nunca censuro que se pacte.
Lo que yo someto a análisis es qué es el contenido del pacto, qué es lo
que se pacta.
Ahora bien, para resolver muchos problemas que
tiene nuestro país, hay que enfrentarse al marco de la Unión Europea.
Porque mientras no nos enfrentemos a ese marco, poco se va a poder
cambiar la situación. Se puede hablar de las pensiones, pero a
continuación nos sale el tema de la deuda, de los déficits. Mientras
tengamos el dogal de Maastricht, no podemos plantear alternativas. El PP
y el PSOE no están dispuestos a enfrentarse a ese dogal, con lo cual,
la alternativa todo lo más será una alternancia de cosas accesorias.
Yo
no creo que un pacto PSOE-IU sea posible, porque, ¿alguien cree que
doña Angela Merkel, que ha conseguido pactar con la socialdemocracia
alemana, va a tolerar que en España se pacte con los comunistas?,
¿EE.UU. va a permitir un Gobierno así? Una de dos: o Izquierda Unida
abjura, como abjuraron otros en declaraciones solemnes, o no va a poder
entrar en el Ejecutivo. Mientras Izquierda Unida tenga determinado
discurso, es imposible que entre a formar parte del Gobierno. ¿Por qué
ha entrado en Andalucía? Porque saben que una Comunidad autónoma no
puede cuestionarse el marco europeo, pero el Gobierno de España, sí. Por
eso, creo que es imposible soñar con que Izquierda Unida entre en un
Gobierno central. Es soñar con la luna, pero bueno…
¿Qué se siente perdiendo pero teniendo la razón?
Yo
no me considero perdedor. Yo he vivido y he planteado, en nombre de
Izquierda Unida, muchas cosas. Y el tiempo ha demostrado que en algunas
llevábamos razón. Y ahí tengo una recompensa. Y si entonces no se
reconoció, sería porque no era posible. Pero, eso sí, ahora cuando yo
recuerdo todo lo que tuvimos que pasar en aquella década, cuando se nos
imputaba que éramos unos comunistas stalinistas, ahora cuando les vemos a
todos “en el pesebre”, con eso ya estoy pagado.
¿El comunismo tiene futuro? ¿Está muerto? ¿Mientras quede un comunista seguirá habiendo comunismo?
Desde
hace muchos años yo ya no planteo el comunismo como una etapa a la que
debe llegar la humanidad, sino como un impulso permanente que surge de
las siguientes convicciones: los seres humanos somos radicalmente
iguales; los seres humanos merecemos, en el momento de desarrollo de las
fuerzas productivas, que ni uno solo de nosotros pase hambre; en tercer
lugar, la raza humana merece que todos los que la integran tengan su
tiempo libre para dedicarse a pensar, a escribir, a investigar… Ése es
mi comunismo: llegar a eso sin intentar describir más una situación
ideal o una Jerusalén celeste en el planeta Tierra. Pero, como
comunista, eso debo llevarlo a mi vida en el hoy. Ya está. No aspiro a
otra cosa.