Cuentos chinos en Gamarra
El Tratado de Libre Comercio con China que Alan García ha negociado personalmente, con fines particulares sin duda, clava una puñalada por la espalda a la industria peruana y, por tanto, al empleo y a la paz social.
García defiende su Tratado con un argumento ridículo: cuando uno entra a un mercado de 1,300 millones de personas se crean oportunidades para unos y perjuicios para otros. Olvidó un pequeño detalle: los gobernantes tienen el deber de prever cuántos serán los afectados y cuántos los favorecidos, y hacer el balance. También omitió algo más importante aún: en qué medida ese Tratado ayuda o no al progreso productivo del país.
El pretexto de los 1,300 millones de chinos compradores de productos peruanos repite el sofisma que durante meses pregonó Jaime de Althaus: había que firmar el TLC con Estados Unidos porque nos abría la entrada a un mercado de 310 millones de personas.
Hasta ahora estamos esperando esos compradores voluminosos. La verdad tangible es lo que han denunciado los industriales, en particular los textiles. Presentan éstos algunos datos abrumadores. José Luis Peroni, presidente del Comité de Confecciones de la Sociedad Nacional de Industrias, informa que las importaciones de prendas de vestir provenientes de China crecieron entre el 2003 y el 2009 en 5,446 por ciento.
Lo que China practica respecto de la industria peruana se llama dumping en economía política. Dump, dumping, quiere decir en inglés vender al exterior bienes excedentes a bajo precio. Ningún otro nombre merece el hecho de que un terno para caballeros llegue de China al precio de 31 soles.
¿Qué fábrica textil, cuál agricultor que produce algodón, qué sastrería puede competir con esa cotización?
¡Nadie!
Eso significa que la industria textil peruana puede desaparecer de un plumazo, y con ella los 473 mil empleos directos que existen en esa rama de la producción. Tres millones de peruanos del sector manufacturero, incluido el emporio de Gamarra, están bajo amenaza de desempleo y hambre.
La política neoliberal nos impuso un rumbo antiindustrial. En Lima recordamos los años en que las avenidas Argentina y Colonial estaban repletas de fábricas, que volcaban miles de trabajadores a los puestos de desayuno, almuerzo y cena que ahí proliferaban.
García aplica la estocada final a la industria peruana, sea de textiles, calzados o plásticos. Quiere lanzar a la calle a millones de trabajadores urbanos, así como coloca en riesgo de quiebra al sector agrario peruano imposibilitado de competir con un agro como el de Estados Unidos y Europa, subsidiado con mil millones de dólares diarios.
El Tratado con China debería ser debatido en el Congreso, en aplicación del artículo 56 de la Constitución, puesto que modifica tarifas arancelarias.
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
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