Ponencia para debatir en II Formazio Mintegia de Askapena. |
1.- ¿Qué es el poder?
2.- ¿Qué es el poder popular?
3.- ¿Qué el es pueblo trabajador?
4.- ¿Qué es el movimiento popular?
5.- ¿Cómo se organiza el poder popular?
- Como
sucede en todo período de crisis sistémica, las certezas anteriores
estallan hechas añicos ante la re-aparición de situaciones complejas y
desconcertantes. Complejas porque integran diversos procesos,
componentes y factores internos que evolucionan con autonomía relativa,
dificultándonos la visión coherente de lo nuevo. Y desconcertantes
porque nuestras cómodas certidumbres anteriores se muestran impotentes
para comprender lo que sucede, su novedad y sus relaciones con el
pasado. Ahora vivimos una situación de esas. Más todavía, para un
movimiento popular como Askapena dedicado a profundizar en el
internacionalismo la crisis está suponiendo, como mínimo y espero que
se me corrija, la aparición de tres retos: uno, adecuar la teoría
internacionalista al nuevo contexto mundial provocado por la crisis;
dos, responder al endurecimiento del imperialismo en respuesta a las
resistencias populares agudizadas por la crisis mundial; y tres, cómo
explicar estos y otros retos a las nuevas militancias que acuden a
Askapena y que, todavía, no tienen un nivel suficientemente
desarrollado de praxis internacionalista.
- De hecho,
estos tres retos que ahora cito --hay más, pero no podemos analizarnos
aquí-- también acucian a todos los movimientos populares aunque es sus
respectivos campos de intervención. Todos ellos, en mayor o menos
escala, se enfrentan a la urgencia de adecuar su visión teórica a los
cambios surgidos con la crisis; también a la urgencia de ampliar su
práctica para responder a los ataques del poder explotador al que se
enfrentan en su campo de intervención; y por último, deber explicar
estos y otros cambios a la nueva militancia, militancia joven, pero
también a quienes se había desenganchado en los años pasados y ahora
vuelve a la lucha tras un período de ausencia, o de participar en otros
movimientos, organizaciones, sindicatos, grupos, partidos, etc. Quiero
decir que son, en el fondo, problemas objetivos y comunes aunque con
formas diferentes en cada caso.
- Es obvio que en esta
charla no podemos tocar los dos primeros problemas, porque antes que
nada es Askapena como colectivo el que ha de hacerlo, porque conoce
mejor que nadie su situación y el contexto mundial en el que incide.
Pero sí voy a intentar aclarar algunas cuestiones que superan las
estrictamente internacionalistas, que superan por ello a Askapena, pero
que también le influyen determinantemente. Me refiero a la
problemática del poder popular en el presente y en el futuro.
- ¿Qué
es el poder popular? Antes que nada debemos explicar qué es el poder a
secas. Por tal cosa entendemos una contradictoria relación social de
unidad y lucha de contrarios, en la que, por un lado, una minoría
dispone de una estructura material y simbólica que le garantiza seguir
siendo propietaria de las fuerzas productivas así como seguir
explotando a la mayoría no propietaria de nada; por otro lado, una
capacidad de resistencia, lucha y oposición de esa mayoría explotada,
que le permite frenar algunos de los golpes de la minoría explotadora y
asestar otros, impidiendo que empeoren sus condiciones de vida o
mejorándolas incluso, en un proceso de lucha permanente, una vez dura y
abierta, otra vez latente y oculta.
- Es fundamental
saber que el poder es una relación de lucha que gira alrededor del
control de las fuerzas productivas en cualquiera de sus formas; control
por la minoría, por el capital, o control por la mayoría, por el
pueblo trabajador. Una relación de lucha permanente de contrarios
antagónicos e irreconciliables en la que la burguesía tiene una enorme
superioridad de medios de poder opresor, mientras que el pueblo
trabajador apenas tiene sub-poder nacional de clase. Es decisivo saber
que la clase dominante se apropia del derecho exclusivo y monopólico de
la violencia en sí, al margen de sus formas, prohibiendo al pueblo
hasta la mínima posibilidad de ejercicio de un poder defensivo propio, y
menos aún violento.
- Cometemos un error si reducimos
el poder explotador a una mera máquina de violencia, o sólo a una
relación de fuerzas en el plano de la democracia burguesa con sus
instituciones y parlamentos, o a una relación interpersonal cotidiana
independiente de la política y al margen de los grandes intereses
capitalistas que se mueven y deciden en espacios desconocidos por la
gente o en instancias de imposible acceso y nulo control incluso por el
parlamentarismo burgués, o a un conjunto de imposiciones ineludibles
socioeconómicas que determinan nuestra vida y que creemos que vienen de
lugares miseriosos como el mercado mundial, las finanzas o la
globalización.
- El poder explotador incluye estas y
otras características, pero es mucho más que eso; es, en definitiva, la
totalidad de la sociedad burguesa que funciona como unidad de
explotación cuyo objetivo único es el de asegurar su expansión, o en el
peor de los casos, su continuidad. El concepto de poder burgués es la
expresión de la esencia de esta clase social criminal que sólo funciona
en base a su perpetuidad. Dicho en crudo, el poder capitalista es el
capitalismo en el poder, excluyendo del poder decisivo a cualquier otro
que no sea capitalista.
2.- ¿Qué es el poder popular?
- ¿Existen
poderes no capitalistas dentro del capitalismo? Sí, son los poderes
populares, pero enanos, puntuales, gotas diminutas en un océano
opresor, y siempre en peligro inmediato de ser aplastados por el poder
dominante. Islitas a punto de ser devoradas por un tsunami represivo.
Son logros de poder efectivo en su área de lucha, en el problema que
han resuelto para el pueblo explotado, en la conquista que han logrado,
pero apenas más. Es importante saber que la lucha consigue victorias
efectivas, aunque pequeñas o medianas, y siempre inseguras y en
peligro.
- Ocurre que nos han formado y que pensamos
dentro de la ideología dominante, burguesa, y por tanto creemos que
fuera del sistema parlamentarista democrático-burgués y franco-español
sólo existe el desierto, la nada, la imposibilidad de conquistas
palpables, y no es cierto. Si estudiamos la historia y el presente con
el método marxista vemos que sí existen momentos de poder conquistado
por el pueblo en reivindicaciones muy concretas. Pero hay que advertir
inmediatamente que es un poder, además de muy precario, también
debilitado internamente en una cuestión clave: la de no atreverse a
cambiar la forma de propiedad existente, es decir, de acabar con la
propiedad privada tal cual se muestra en la injusticia a la que se
combate.
- La esencia del poder capitalista es la
propiedad privada, burguesa. Cualquiera de las cuasi infinitas formas
de expresión de la propiedad burguesa genera su propia forma de
opresión, explotación y dominación. Cualquiera de ellas. No existe
ninguna situación en el capitalismo, desde lo más cotidiano y
aparentemente intranscendente, hasta la sede del Gobierno, que no se
sustente sobre la propiedad burguesa de los medios de producción, en
general, y de las formas ocultas pero muy efectivas mediante las que
esa propiedad privada explota en y mediante la vida cotidiana, mediante
el Gobierno, etc.
- Por esto, cualquier conquista
popular que alcance una situación de poder, por reducido, que sea, ha
de avanzar decididamente a la supresión de la forma concreta que
adquiere la propiedad burguesa en ese problema. Por ejemplo, una
fábrica que se va a cerrar echando al paro y a la miseria de decenas o
centenas de familias. La lucha obrera no puede limitarse a buscar un
nuevo empresario que compre la fábrica, sino que debe recuperarla,
reabrirla y ponerla en marcha bajo el poder obrero autogestionado. Otro
tanto hay que decir, por ejemplo, en la lucha internacionalista: no
solo hay que enviar ayuda humanitaria a los pueblos que la necesiten,
hay que ayudarles a que se independicen del imperialismo.
- La
existencia de la propiedad burguesa, su aceptación o rechazo
intransigente separa al poder capitalista del poder popular en todas y
cada una de las reivindicaciones. Si no se avanza hacia la superación
de la propiedad privada en el área concreta de lucha en la que el
movimiento popular u obrero ha logrado fuerza suficiente, entonces no
llega a materializarse realmente la forma de poder basado en la
propiedad colectiva, comunal, o como queramos definirla ahora sin
mayores precisiones.
- Es la naturaleza burguesa o
socialista de la propiedad la que define la naturaleza reaccionaria o
revolucionaria del poder. Por ejemplo, frente al problema de las
viviendas, de su carestía, de los desahucios, etc., si el movimiento
popular y las fuerzas políticas que se dicen revolucionarias no ponen
explícitamente como objetivo acabar con la propiedad privada del suelo,
socializándolo, transformándolo en suelo público, si no se atreven a
dar este paso cualitativo por las razones que sea, generalmente
electorales, si no se supera esta cobardía o este electoralismo, nunca
se acabará con el problema de la vivienda, y con cualquier otro.
- Ahora
bien, la conquista de victorias radicales, de situaciones de poder
popular por pequeños que sean, no se logra de la noche a la mañana,
sino que se requiere tiempo, organización y estrategia. Hasta ahora, la
experiencia acumulada muestra que, a grandes rasgos, los movimientos
populares, y cualquier lucha, empiezan creando pequeños contrapoderes,
desde grupitos sindicales hasta asociaciones vecinales y sociales de
cualquier tipo, pudiendo avanzar luego a situaciones de doble poder
que, tal vez, desemboquen en el poder popular.
- Por
contrapoder se entiende la mínima pero suficiente creación de una
resistencia inicial organizada y dotada de un objetivo preciso,
resistencia que por el solo hecho de existir advierte al poder al que
se enfrenta que va a encontrar una oposición, y que si actúa bien puede
concitar apoyos y esperanzas, ampliarse y avanzar en sus
movilizaciones. Si ese contrapoder se coordina con otros, se relaciona
con movimientos y grupos más amplios, etc., y si mantiene su coherencia
y rectitud a pesar de todo, puede llegar el momento en que consiga
crear situaciones de doble poder en la opresión a la que se enfrenta,
es decir, que pueda tutear, exigir y vencer al poder explotador.
- Los
contrapoderes aparecen mediante una intrincada mezcla de espontaneísmo
y organización. Pese a todos los problemas, siempre sobrevive una
pequeña memoria de lucha organizada, y siempre existe un «instinto de
resistencia», de modo que, según los casos, unas veces el colectivo que
inicia la lucha aparece sólo debido al instinto de resistencia, otras
veces debido sólo a la memoria organizativa, aunque lo más frecuente es
que exista una confluencia de ambas. Esta tercera posibilidad es más
probable cuando el pueblo trabajador lleva años sosteniendo una larga
lucha de liberación nacional de clase.
- Las
situaciones de doble poder se dan en todos los procesos en los que el
aumento y la confluencia de fuerzas organizadas en contrapoderes
permiten lanzar una ofensiva al poder opresor al que se enfrenta,
llegando a una situación de empate de fuerzas en ese conflicto
concreto. Por ejemplo, el movimiento euskaltzale puede paralizar leyes
contra la lengua vasca durante un tiempo, y hasta puede conseguir
avances en el derecho al uso de nuestra lengua nacional, en un momento
de debilidad o indecisión de poder franco-español en esa temática.
Pero el movimiento euskaltzale sabe que se trata de una muy inestable y
fugaz situación de doble poder en esa reivindicación ya que la
situación general es de contraofensiva estatalista contra la lengua.
Esa situación de doble poder, por tanto, será muy breve porque el
imperialismo español intentará recuperar su poder perdido y derrotar la
conquista democrática.
- En el contexto actual, los
momentos de doble poder plantean el decisivo problema de las relaciones
entre la lucha obrera y popular, la lucha teórico-política e
ideológica y la lucha institucional, problema siempre presente una vez
llegado a un nivel de fuerza sociopolítica e institucional apreciable,
problema agudo en los procesos de Huelga General, en los electorales,
en todos los que la interrelación de esas tres formas de lucha debe ser
ágil.
- Por ejemplo, la acción en los ayuntamientos,
Diputaciones, Parlamentos y Gobiernos varios en los períodos
electorales puede entrar en tensión con las luchas populares y obreras
que han llegado a situaciones decisivas de doble poder en las que es
necesario avanzar en la radicalización para obtener y garantizar la
victoria concreta. Sectores que actúan en la lucha institucional pueden
opinar que tal o cual lucha radical debe esperar a que se celebren las
elecciones, o debe atemperar durante ese tiempo su dureza por
«intereses electorales».
- Y es que las situaciones de
doble poder se caracterizan por agudizar la cuestión de la propiedad
burguesa vista antes, porque afectan más profundamente a todo lo que
implica la propiedad privada. Por ejemplo, las luchas contra los abusos
del capital financiero en cualquiera de sus formas, desde los
desahucios hasta los recortes sociales en Kutxabank, pasando por el
cierre de empresas por la ausencia de préstamos bancarios, todo esto
debiera radicalizar al movimiento popular y obrero en un momento en el
que sectores institucionalistas creen que una política de acuerdo con
la burguesía aumentaría la fuerza electoral e institucional de la
izquierda soberanista. Surge así algo más que una diferencia, surge una
contradicción entre el movimiento popular y obrero y la acción
institucional.
- La efectiva y ágil interacción entre
estas formas de lucha, a la que debemos añadir la teórico-política e
ideológica, es uno de los «eternos problemas» de la política
revolucionaria que tiene un decisivo contenido político-organizativo
que veremos en su momento. Ahora debemos explicar el paso de una
situación de doble poder a una de poder popular en la reivindicación
concreta por la que se lucha. Existe una diferencia sutil pero
importante entre el avance de los contrapoderes a la situación de doble
poder, con respecto al avance de los dobles poderes hacia las
situaciones de doble poder. La diferencia no es otra que se trata de
una fase cualitativamente más avanzada de lucha, lo que determina todo.
- En la fase del contrapoder los objetivos son
limitados y aislados, ceñidos a problemas concretos aunque exista una
coordinación con otros conflictos, lo que apenas alerta al Estado
burgués. En la fase en la que una o varias victorias materializadas de
situaciones de doble poder avanzan de su mera coordinación a una
unificación lógica e inevitable de objetivos, estrategias y tácticas
para acelerar el ritmo y ampliar fuerzas, en esta fase es muy probable
que el Estado sea ya consciente del peligro que se avecina y empiece a
movilizar su doctrina y sistema represivo.
- Una vez
producido este salto cualitativo, que se caracteriza por el hecho de
que la conciencia política pasa a dirigir la lucha general como
expresión teórica de la necesidad de acabar con la propiedad burguesa e
instaurar la propiedad socialista en el conjunto de la sociedad,
sobre todo en las fuerzas productivas, dado este salto, la burguesía
también da el suyo en el sentido represivo. Desde luego que hablamos de
un proceso complejo, con sus ritmos desiguales de avance, con sus
retrocesos y estancamientos pero lo vemos desde la ley del desarrollo
desigual y combinado, lo que nos permite apreciar la tendencia a la
unificación en las luchas de masas y a la polarización entre el pueblo
trabajador y la burguesía y su Estado.
- El verdadero
poder popular va apareciendo en escena conforme confluyen luchas
parciales, se unifican políticamente en lo esencial, y avanzan hacia la
creación de un Estado diferente, opuesto al burgués, e imprescindible
para garantizar la superación histórica de la propiedad burguesa. Hasta
este momento, los pequeños e inseguros poderes populares concretos,
muchas veces derrotados, reflejaban sólo los inciertos logros puntuales
de la lucha de liberación, desde este momento el poder popular
unitario aparece en escena agudizando el odio y la rabia burguesa.
3.- ¿Qué el es pueblo trabajador?
- Es
uno de los conceptos claves para comprender el método marxista de
definir las clases sociales y para marcar la diferencia entre nación
burguesa y nación trabajadora. No podemos alargarnos ahora en el método
dialéctico que exige el uso de los llamados «conceptos flexibles» en
contra de la estrechez positivista, y de las limitaciones del kantismo.
El concepto de pueblo trabajador ha sido empleado desde el siglo XIX
en la teoría revolucionaria pero por razones que se expondrán fue
interesadamente abandonado por el reformismo. Fue y es un concepto
vital para organizar la lucha contra el nazi-fascismo o contra toda
forma de poder burgués en la que su esencia dictatorial aparezca
claramente por sobre su forma democrática externa. Por esto es
imprescindible para toda lucha de liberación nacional de clase, como la
vasca.
- En método marxista del estudio de las clases
sociales correlaciona dos niveles: uno, el general al modo de
producción capitalista basado en la unidad y lucha de contrarios entre
el capital y el trabajo a escala mundial; otro, el concreto, el de cada
formación económico-social específica, en la que luchan no sólo dos
clases antagónicas como la burguesía y el proletariado, sino también
otras como el campesinado, las llamadas «clases medias», o «sectores
sociales intermedios», «franjas liberales», etc.; y en la que tanto la
burguesía como el proletariado tienen fracciones internas como mediana
y pequeña burguesía, o la clase trabajadora en el sector servicios, en
el financiero, etc.
- Según en la fase de concreción o
abstracción teórica, o de precisión política, etc., en el que nos
encontremos, simultanearemos un nivel con otro, el general con el
particular, para conocer mejor la realidad. No hace falta decir que
dentro de este método también están presentes el impacto de la
explotación de sexo-género y de la opresión nacional en ambos momentos,
el genérico a todo el modo de producción capitalista, como el
particular en una nación oprimida en la que el sistema
patriarco-burgués es especialmente necesario para asegurar los
beneficios del bloque de clases dominante en ese país.
- Mientras
que en el nivel más general de las dos clases opuestas en el mundo, la
que tiene el capital y la que sólo tiene su fuerza de trabajo, apenas
debemos recurrir a los factores de sexo-genero, etno-nacionales,
políticos, culturales, etc., por que su nivel de precisión se mueve en
el plano esencial de la explotación y de la producción y realización
del plusvalor; mientras esto es así, en el nivel de cada país, o región
del mundo, debemos recurrir siempre a la explotación de sexo-género, a
la opresión nacional, a la situación sociopolítica, a la historia,
etc., para enriquecer lo más posible el estudio concreto de las clases
enfrentadas. Cuanto más precisos queramos ser en el conocimiento de la
lucha de liberación nacional de clase y antipatriarcal en un pueblo
oprimido, más deberemos conocer los pormenores de su historia, de su
contradictoria identidad nacional, de los componentes patriarcales de
su lengua y cultura popular.
- Pues bien, teniendo
esto en cuenta, el concepto de pueblo trabajador permite, primero,
compaginar ambos niveles de estudio de las clases a escala general y
particular; y segundo y sobre todo, facilita la compresión del sujeto
colectivo que lucha contra el capital en un país determinado, sujeto
colectivo más amplio que la clase trabajadora en cuanto tal pero a la
vez centralizado por ésta, que es su núcleo vertebrador. El manido
concepto de «hegemonía» sólo resuelve sus antinomias y lagunas si lo
incluimos dentro de las prácticas políticas del pueblo trabajador,
centralizado por el proletariado, en su esfuerzo por atraer e integrar a
las «clases medias» a la lucha revolucionaria, y a sectores de la
vieja pequeña burguesía en proceso de desaparición.
- El
papel de la pequeña burguesía en el proceso revolucionario está
debatido desde la mitad del siglo XIX en el sentido de que debe
contarse con ella para las primeras victorias revolucionarias,
imprescindibles, aunque debe desconfiarse profundamente de ella en la
medida en que el poder popular y el Estado obrero avancen en la
socialización de las fuerzas productivas. La «hegemonía»
político-cultural lograda por el poder popular antes de la revolución
será fundamental para mantener a ese sector pequeño burgués dentro del
proceso revolucionario cuando avance en la progresiva socialización de
las fuerzas productivas.
- La definición economicista
y estructuralista de clase social no sirve para entender el concepto
de pueblo trabajador porque en éste, como se ha dicho, la conciencia,
la subjetividad, tiene tanta importancia como la explotación asalariada
y la no propiedad de fuerzas productivas. La dialéctica entre
conciencia-en-sí y conciencia-para-sí es clave en el pueblo trabajador
porque la conciencia-para-sí es la que introduce el componente
antipatriarcal, independentista, socialista, etc., en la
conciencia-en-sí. Sin esta dialéctica no existe en la práctica clase
trabajadora, y menos pueblo trabajador. La «hegemonía» sobre las clases
medias, franjas intermedias y, a otro nivel, sobre la pequeña
burguesía, descansa fundamentalmente sobre la capacidad de la
conciencia-para-sí del pueblo.
- Esto sucede porque
son muy grandes los desniveles de conciencia, opción política,
formación intelectual, intereses corporativistas y sectoriales dentro
de las clases explotadas, y son más grandes aún las de origen nacional y
opción estatalista. La definición estrictamente economicista no puede
integrar en un todo coherente tal diversidad objetiva y subjetiva,
siendo necesario un concepto de clase y de pueblo en el que realidades
tan aparentemente distantes como las de sexo-género, nacionales,
políticas, socioculturales y costumbristas, generacionales, y cada vez
más religiosas, por citar algunas, han de tener cabida una vez
demostrada la objetiva e innegable unidad básica que les recorre a
todas ellas: la explotación capitalista en una nación oprimida dentro
de un sistema patriarco-burgués irracionalmente consumista.
- Si
negamos la existencia objetiva de la explotación, abandonamos la
teoría marxista y caemos en cualquiera de las múltiples versiones de la
ideología burguesa neokantiana y positivista por muy disfrazada de
progresismo que se presente. El concepto de pueblo trabajado se basa en
la dialéctica entre lo esencial, unitario y básico de la realidad
objetiva de la explotación estructurante, y lo cada vez más complejo y
variado de las formas concretas y particulares con las que se presenta
tal realidad. La distancia entre las formas externas concretas y la
base estructural es tanta que debemos realizar un esfuerzo teórico
permanente para descubrir la dialéctica entre lo superestructural y lo
estructural, por usar un lenguaje conocido.
- El
concepto de pueblo trabajador fue desapareciendo de la praxis marxista
occidental desde finales de la II GM por el empobrecimiento del
stalinismo, por el pacto interclasista keynesiano de la
socialdemocracia y reforzado por la «coexistencia pacífica» con el
imperialismo, por el poder de absorción de la Academia sobre el
marxismo académico obsesionado por fabricar modas intelectuales de usar
y tirar, y por la deriva reformista de los principales PCs hacia el
eurocomunismo y su versión reformista del gramscismo. La escasa o nula
importancia dada a la opresión nacional en el grueso de las corrientes
del mayo’68 aceleró el olvido de este concepto sin el cual no se
entiende la oleada de guerrillas de liberación nacional anti
nazi-fascistas en buena parte de Europa entre 1941 y 1945.
- En
Euskal Herria el estatalismo del PC de España abortó toda reflexión
creativa sobre el derecho/necesidad a la independencia de clase, a la
vez que aparecían pequeñitos grupos de un marxismo libresco,
economicista y estructuralista. Su incapacidad para comprender qué
sucedía en Euskal Herria y quién era el sujeto colectivo de liberación,
se hicieron patentes casi desde principio de ETA. Navegando en un
huracán de escisiones, represiones y crisis de crecimiento, ETA
recuperó en la segunda mitad de la década de 1960 el concepto de pueblo
trabajador adecuándolo a la realidad de entonces; un acierto teórico
de grandes consecuencias prácticas. Sin extendernos ahora, todas las
escisiones posteriores se caracterizan por abandonar este concepto,
además de otras coincidencias elementales.
- Un punto
decisivo en esta recuperación y actualización del concepto de pueblo
trabajador fue el de la existencia de una conciencia nacional de clase
como exigencia ineludible, es decir, de no explotar a nadie, de no
vivir a costa del sudor ajeno. Por tanto la pequeña burguesía no
pertenece al pueblo trabajador porque vive de su explotación. En la
década de 1970 sectores de la pequeña burguesía tenían conciencia
nacional, pero no era de clase trabajadora vasca. Lo que entonces era
ETA militar conocía esta contradicción y advertía de que esa clase
podía volverse contra la lucha de liberación o podía apoyarla, y que
dependía de la clase obrera lograr su apoyo.
- Pero lo
que entonces era ETA p-m sí incluía a la pequeña burguesía en el pueblo
trabajador. Pensamos que aquí radica una de las primeras causas de
fondo de su posterior desintegración reformista, estallido en varias
corrientes enfrentadas e integración en el sistema y hasta en el Estado
ocupante. Y es que si no se define bien al sujeto revolucionario y por
consiguiente al reaccionario, se irá dando bandazos de un lado a otro,
hasta la desaparición. Sectores de la pequeña burguesía de entonces
tenían conciencia nacional pero no de clase, y la mayoría de ella
aceptó complacida la solución española de descentralización
administrativa, apoyando por acción u omisión la represión del
independentismo socialista.
- El pueblo trabajador está
compuesto en el capitalismo actual por una base o centro cohesionador
formado por la clase trabajadora, y dentro de esta por la fracción
productora de valor, pero siempre integrando al sector servicios y al
financiero, sean explotados continuos y permanentes, a tiempo parcial,
en precario o en subempleo. Sobre esta base o alrededor de este centro
están las crecientes masas en desempleo estructural, de dependientes
del salario directo o diferido, del salario social, de las ayudas
públicas oficiales o privadas como Cáritas u otras asociaciones
asistenciales, como mujeres explotadas en el trabajo doméstico,
juventud trabajadora en paro o en el paro invisible que son los
estudios, pensionistas, jubilados, etc., todas ellas y ellos
dependientes directa o indirectamente del salario familiar en
cualquiera de sus formas o de la ayuda exterior, pero sin medios de
producción propios, y por tanto sin posibilidad de explotar a nadie.
- Estas
son las esferas decisivas del pueblo trabajador, sobre todo la
primera. Pero existen otras dos. Una, la más cercana, es la compuesta
por las denominadas «capas intermedias», «clases medias», «autónomos»,
«profesiones liberales» que no explotan fuerza de trabajo, que viven
de su trabajo asalariado o no, y que por razones ideológicas burguesas
se creen económicamente fuera de la clase trabajadora pero se sienten
oprimidos nacional y hasta socialmente por el Estado español. La crisis
puede abrirles la conciencia de clase y reforzarles la conciencia
nacional, asumiendo su verdadera pertenencia de clase cuando ven
reducirse sus salarios o medios de vida, deteriorarse su calidad de
vida, o quedarse en el paro, en el nuevo subempleo, e incluso en la
fracción de los «nuevos vagabundos».
- Por último,
queda una cuarta área que mayoritariamente está objetiva y
subjetivamente fuera del pueblo trabajador, la pequeña burguesía,
aunque sectores muy reducidos pueden integrarse en los espacios más
distantes. Nos referimos a esas franjas crecientes de la muy pequeña
burguesía envejecida que se ha arruinado, que cierra sus negocios,
tiendas, comercios y pequeños talleres obsoletos. Que tienen conciencia
nacional pero soberanista, todavía no independentista no socialista
aunque un trabajo concienciador y un programa táctico de avance al
independentismo puede atraerlos a las partes más débiles del pueblo
trabajador porque ya han dejado de vivir gracias a la explotación de
seres humanos, pero todavía no han desarrollado conciencia socialista.
- Como se aprecia, el pueblo trabajador es una
realidad clasista compleja, viva, fluctuante, con diversos niveles de
conciencia, pero con un mínimo esencial irrenunciable: la conciencia
nacional de clase. Entre sus diversos niveles existe un vaivén de
sectores y grupos que pasan del trabajo estable al precario, al
subempleo, al paro de corta duración, que pasan del trabajo
directamente productivo al indirectamente productivo, y viceversa; o
que ya no trabajaran nunca por el paro estructural a una determinada
edad, por la explotación del trabajo doméstico, por las jubilaciones,
etc. Si la clase trabajadora es una relación social colectiva en
permanente movimiento interno, tanto más ocurre en el pueblo
trabajador, sobre todo cuando en él se integran trabajadoras
extranjeras que sociopolítica, cultural y hasta lingüísticamente se han
nacionalizado vascos, independentistas y socialistas vascos y vascas.
4.- ¿Qué es el movimiento popular?
- De
la misma forma que para saber qué es la clase trabajadora sobre todo
hay que estudiarla en sus luchas, en su acción, para saber qué es el
pueblo trabajador hay que estudiarlo en su praxis, con la diferencia de
que mientras la clase trabajadora lucha sobre todo en el ámbito fabril
y sindical, el pueblo trabajador también lo hace en los movimientos
populares, además de en el fabril y sindical dado que su centro, su
base, es proletaria, trabajadora, obrera. Se cometen dos errores
garrafales provenientes del unilateralismo economicista: creer que el
pueblo trabajador no lucha sindicalmente, sino sólo en los movimientos
populares; y creer que el movimiento obrero no lucha en los movimientos
populares sino sólo en los sindicatos. Ambos niegan la unidad interna
que los recorre.
- El movimiento popular es una de las
formas de intervención del pueblo trabajador, siendo las otras dos
fundamentales, el movimiento obrero y el movimiento social. Por
fundamentales entendemos las que afectan a la estructura elemental de
reproducción de la propiedad burguesa y franco-española en Euskal
Herria, habiendo otras también importantes pero de impacto menor, en
las que no podemos extendernos ahora. La distinción entre estas tres
formas fundamentales de lucha --langile mungimendua, herri mugimendua
eta gizarte mugimendua-- surge tanto de las opresiones a las que se
enfrentan como de los grados de conciencia sociopolítica nacional de
clase que por lo general existen en esas formas de lucha.
- El
movimiento obrero en un primer momento se enfrenta contra el
empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo, contra el
aumento de la explotación, etc.; pero en perspectiva histórica y
revolucionaria, esta lucha ceñida sólo a la defensa de lo existente o a
su mejora dentro del sistema capitalista, no resuelve apenas nada,
aunque siempre es imprescindible. El movimiento obrero debe atacar la
base del capital, o sea, el sistema salarial, el sistema de extracción
de plusvalor y su transformación en plusvalía. La diferencia entre la
primera y la segunda radica en que la segunda, la lucha contra el
salario, demuestra que nunca puede existir el salario justo, que nunca
puede existir eso que la ideología burguesa define como «justicia
social». Al contrario, todo salario es objetivamente injusto, por tanto
hay que acabar con el salario y con la propiedad privada, que viene a
ser lo mismo.
- El movimiento popular es mucho más
amplio y extenso en sus campos de intervención que el movimiento obrero
porque también son más numerosos los sujetos que integra. Por ejemplo,
el movimiento Askapena lucha contra el imperialismo, lo que le
enfrenta indirectamente al sistema salarial y además en sus peores
formas de plasmación, las impuestas por el imperialismo a los pueblos
del llamado Tercer Mundo. Miremos por donde miremos, todos los
movimientos populares, todos ellos, terminan chocando de un modo u otro
con la objetividad de la explotación nacional de clase y
patriarco-burguesa. Es inevitable porque malvivimos en una sociedad
capitalista, y negarlo es retroceder al abismo de la derrota.
- El
movimiento popular tiene la virtud de atacar no solamente al proceso
de producción de valor, que también por cuanto está unido al
movimiento obrero, sino a la vez y en muchas cuestiones sobre todo al
proceso de reproducción de las condiciones de producción, es decir, al
proceso en el que se reproduce la dominación franco-española y la
legitimidad hegemónica alienante de la burguesía autonomista y
foralista vasco-española con su bloque social de apoyo. La reproducción
de las condiciones de producción capitalista es a la vez reproducción
de su poder opresor.
- Esto es debido a que el
movimiento popular, más que el obrero y mucho más que el movimiento
social, actúa en cuestiones decisivas como la Amnistía, el
derecho/necesidad de la lengua vasca, la cada vez más importante lucha
contra la irracionalidad consumista y el desarrollismo, la recuperación
de la unidad naturaleza-especie humana, la lucha contra la
drogodependencia, la reivindicación del deporte popular y del tiempo
libre y crítico, la lucha contra la corrupción, la lucha contra los
desahucios y la injusticia financiera, el movimiento vecinal, el
movimiento educativo, el movimiento juvenil, y un largo etcétera.
- Del
mismo modo que estas y otras luchas afectan directa o indirectamente
al sistema salarial, sobre todo afectan a su legitimidad y a su
efectividad de reproducción, ya que a diario presentan en la vida
cotidiana del pueblo una crítica de las opresiones que sufre, y cada
vez más frecuentemente avanzan a ofrecer al pueblo trabajador
alternativas concretas a esas opresiones e injusticias, de modo que la
legitimidad del poder dominante y su reproducción general se ven
cuestionadas en el interior mismo de la vida cotidiana de las clases
explotadas, que no sólo en la fábrica. Si esta lucha obrera mina la
raíz productora del capital, el movimiento popular además mina su raíz
reproductora.
- Dos son los grupos decisivos del
movimiento popular que minan otros dos esenciales puntos de la
reproducción del poder capitalista franco-español en Euskal Herria: uno
es la lucha antipatriarcal abertzale, y otro es la lucha por la (re)
construcción del complejo lingüístico-cultural euskaldun, los
componentes progresistas existentes en la cultura popular euskaldun. En
el capitalismo la reproducción de la fuerza de trabajo dócil y
plenamente explotable es una necesidad imperiosa. La síntesis entre
(re) construcción de la identidad progresista vasca y la lucha
antipatriarcal abertzale debilita la raíz misma de la reproducción de
la fuerza de trabajo alienada, sumisa y hasta colaboracionista.
- La
lucha antipatriarcal --que no sólo el «feminismo»-- abertzale es
parte esencial del movimiento popular, del independentismo socialista,
porque vertebra la totalidad de la reproducción de Euskal Herria y
buena parte de la producción de plusvalor. Y esto es decisivo porque
una movilización sistemática, global y diversificada por parte del
movimiento antipatriarcal abertzale desvela y descubre la estructura
entera de la opresión que padece Euskal Herria. Nada puede quedar
oculto, y menos el terrorismo masculino, a la crítica antipatriarcal
porque esta va incluso a las raíces opresoras precapitalistas que
facilitaron la victoria capitalista y su explotación nacional de clase.
- El movimiento antipatriarcal, por tanto, cuestiona
nuestra historia desde la victoria del patriarcado pre-cristiano, que
no sólo la historia «moderna». Quiere decir esto que son puestos en
crítica todos los cimientos profundos del capitalismo vasco-español y
casi todos de la misma Euskal Herria tal cual se ha ido formando bajo
las presiones patriarcales del pasado que se niega a desaparecer y que
tiene una de sus fuerzas en el cristianismo; bajo las presiones del
sistema patriarco-burgués desde los siglos XIII-XIV; bajo las presiones
de la indiferencia ante esta realidad de las matxinadas y de la lucha
de clases desde la mitad del siglo XIX; bajo las presiones de las
invasiones extranjeras y bajo el debilitamiento teórico y práctico
reciente del feminismo abertzale en un momento en el que se endurece la
contraofensiva patriarco-burguesa.
- Esta larga
historia se ha asentado sobre la explotación de sexo-género y su
adecuación a los intereses de las clases dominantes. La actual
estructura clasista vasca, por ejemplo, también es el resultado de la
larga explotación de la fuerza de trabajo sexo-económica. Otro tanto
debemos decir de la versión oficial, machista, de nuestra historia, por
muy progre que aparente ser. Tampoco se libra la versión oficial de la
cultura vasca e incluso de la cultura popular. Muy imprecisamente se
utiliza el término «transversal» para denotar la presencia del
patriarcado en la sociedad, pero la realidad es más salvaje y cruda:
patriarcado y opresión nacional de clase forman una unidad.
- El
movimiento popular por la (re) construcción del complejo
lingüístico-cultural euskaldun es la otra arma decisiva para minar la
reproducción del poder dominante. Lo es porque la lengua es el ser
comunal que habla por sí mismo, y la cultura es la producción y
distribución colectiva de los valores de uso. Desde esta perspectiva,
lengua y cultura son irreconciliables con la cultura mercantilizada
burguesa, mercancía con un valor de cambio producida por su industria
político-mediática. La lucha irreconciliable entre el valor de uso de
la cultura popular y el valor de cambio de la industria cultural
burguesa también se libra obligatoriamente en el interior de la
explotación asalariada y en la reproducción del poder dominante.
- Dado
que el capitalismo se caracteriza también por ocultar la unidad de
contrarios entre valor de uso, valor y valor de cambio, la burguesía
puede sobornar, cooptar e integrar en la mercantilización de la cultura
y en la manipulación de la lengua a sectores intelectuales que en el
pasado habían luchado por el derecho/necesidad de la (re) construcción
del complejo lingüístico-cultural euskaldun. Frente a esta realidad
actual, el movimiento popular euskaltzale, con toda su diversidad, se
encuentra ante un debate: ¿cómo recuperar el derecho democrático
elemental al uso de la lengua, y cómo unirlo a la necesidad de que sea
una recuperación emancipadora?
- La respuesta sólo es
posible desde el interior del movimiento popular como el eje rector y
baremo valorativo de la eficacia de la acción institucional y del
patrocinio privado, si lo hubiera. Como en el resto de opresiones y
necesidades nacionales vascas, el fracaso de las instituciones
prestadas por el reino de España es patente, teniendo en cuenta lo que
se podría haber avanzado si se hubiese seguido una estrategia digna y
coherente.
- Para concluir sobre el movimiento
popular, hay que decir que tanto la lucha antipatriarcal como la lucha
por la (re) construcción euskaldun son dos pilares en las relaciones
entre el movimiento popular en su conjunto y los movimientos sociales.
Lo que les diferencia es simplemente la conciencia nacional de clase.
El movimiento popular es parte del proceso de liberación, y debe
respetar con escrupuloso cuidado los desniveles de conciencia y las
identidades que pueden haber y hay en las bases menos formadas de los
movimientos. Los movimientos sociales se caracterizan por no tener tan
clara la conciencia nacional, o por no tenerla en absoluto, e incluso
por ser algunos de ellos abiertamente franco-españolistas.
- El
embrión del movimiento popular apareció en los años de plomo de la
dictadura franquista, lo que le ha dado una impronta decisiva que es el
secreto de su continuidad pese a los altibajos. Los movimientos
sociales nacieron al calor del mayo’68 y en buena medida impulsados por
esas izquierdas arriba vistas que apenas han valorado la objetividad
de la opresión nacional, o que la han negado directamente, lo que
también les ha dejado cierta herencia. Más aún, tras la interesada moda
de las ONGs se ha producido un boom de grupos y colectivos cuyos
nombres todos conocemos, directamente relacionados con las doctrinas de
contrainsurgencia. Aunque otros muchos han ido abriéndose a las justas
reivindicaciones vascas.
- Nada de esto anula la
valía democrática de los movimientos sociales, en absoluto, simplemente
aclara que la interacción de unos y otros movimientos es necesaria
para aumentar las fuerzas democráticas, progresistas, soberanistas e
independentistas frente al endurecimiento del imperialismo
franco-español. Más aún, los movimientos sociales de primera hornada,
se adelantaron a los populares en reivindicaciones que el
independentismo no valoró correctamente en su momento, y que luego se
han demostrado imprescindibles.
5.- ¿Cómo se organiza el poder popular?
- Antes
de responder a cómo se organiza el poder popular hay que responder
para qué se organiza; básicamente dicho: para ser fuerza impulsora y
garante del avance en la lucha y para impedir que fructifiquen las
tendencias a la burocratización, dirigismo y sustitucionismo inherentes
a la verticalidad de la forma-partido y al poder disolvente del
parlamentarismo. Ambos peligros se han materializado demasiadas veces
en la historia de los pueblos, y en la nuestra, como para no ser
tenidos en cuenta.
- Por tanto, internamente, el
movimiento popular ha de organizarse de manera tal que todas las áreas
de lucha, todas las reivindicaciones y todas las injusticias contra las
que se combate tengan su correspondiente unidad organizativa interna.
No es lo mismo luchar contra el desarrollismo consumista, a favor de un
ecologismo socialista y antiimperialista, que movilizarse por la
cultura y la lengua vasca, etc. Las diferencias son lo suficientemente
llamativas como para comprender la necesidad de organizaciones
específicas en cada una de ellas.
- Retrasar la
formación de estas organizaciones específicas, o tardar en mejorar las
que ya existen y son muchas, es perder un tiempo muy valioso teniendo
en cuenta la rapidez del ataque franco-español a las condiciones de
vida de nuestro pueblo, y sobre todo la intensificación del su
imperialismo con el apoyo de la burguesía autóctona.
- Simultáneamente,
debe avanzarse en la coordinación de las organizaciones ya
existentes, en la mejora de sus relaciones y en la generalización
planificada de encuentros en los que se debata todo lo planteado.
Generalmente no se tiene en cuenta que los aparatos de Estado dedicados
a la mantener su poder no se detienen nunca, nunca cogen vacaciones,
mientras que por el lado de la izquierda es relativamente débil la
conciencia del valor del tiempo político. Peor aún, además de la
intervención permanente del Estado, hay otra fuerza reaccionaria mucho
más dañina: la invisible e imperceptible capacidad de alienación del
capitalismo.
- El debate sobre la forma organizativa
del poder popular ha de partir, también, de la agudización de tres
problemáticas a las que deberá darse una respuesta organizativa en ese
debate: una es ¿cómo organizar un movimiento popular que intervenga en
el creciente mundo del empobrecimiento, de la depauperación de la
tercera edad, de las formas de miseria familiar que intenta ocultarse, y
que es un caldo de cultivo para la derecha? El empobrecimiento es un
arma en poder del imperialismo franco-español, a no ser que el
movimiento popular cree un frente específico, o coordine y refuerce los
ya existentes.
- Otra es, ¿cómo reforzar los
movimientos populares y sociales que intervienen en el área de la
cotidianeidad, de la «privacidad», en donde se refuerzan las cadenas
autoritarias, el terrorismo racista y patriarcal, la sumisión a la
«figura del Amo»? La debilidad del feminismo abertzale en esta área se
agrava con el empeoramiento del poder del sistema patriarco-burgués.
Pero es un espacio cotidiano decisivo en la reproducción de valores
reaccionarios o de valores revolucionarios, dependiendo de si se
interviene en su él y cómo. Si perdemos este espacio, y no lo estamos
ganando, habremos perdido una de las fuerzas generadoras de conciencia
nacional de clase y antipatriarcal decisivas en el período de 1965-95.
- La última es, ¿cómo prepararse para el más que
probable recorte de los derechos de expresión mediante la Red, mediante
Internet, decisivos para el movimiento popular por razones obvias? Los
datos disponibles advierten que el imperialismo está preparando
recortes sucesivos en el tiempo para que el tijeretazo no sea sentido
como brutal, sino dosificado como el veneno para no provocar una
resistencia masiva. La forma organizativa del poder popular guarda
mucha relación con la política concienciadora y con los medios de lucha
teórico-política. Abordar desde ahora esta cuestión es una necesidad
creciente.
- Apreciamos, por tanto, tres fases. En la
primera se trata de coordinar los colectivos, grupos y organizaciones
ya existentes, impulsando a la vez las que hagan falta. La segunda, es
profundizar en el debate sobre lo que une en lo básico al movimiento
popular y al social, y lo conectan con el poder popular como conquista
decisiva; y la tercera, la fundamental, será impulsar una organización
específica para el movimiento popular, formada por la militancia que
asume lo que une, que respeta las diferencias, y que es consciente del
valor estratégico inestimable del movimiento popular en la creación del
poder popular.
- Solamente así, podremos ir creando
las condiciones para que en una futura Euskal Herria independiente el
Estado y las demás instituciones estén controladas desde fuera por el
Poder Popular, garante de los objetivos histórico irrenunciables.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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