El profeta desalmado
Alan García no tiene cura. Al final de 2008 predijo que el Perú iba a crecer seis por ciento en 2009 (crecimos CERO por ciento). Ahora dice que pronto seremos un país del primer mundo.
“Quememos el muñeco del pesimismo”, clamó el presidente de la República. Quizás tenía presente lo que, según cronistas, le ocurrió hace poco. Dijo, jubiloso, a su entorno: “He recorrido veinte quioscos de esos que venden muñecos para quemar en Año Nuevo, y nadie tiene uno con mi imagen”.
Alguien le aclaró: “Lo que pasa, señor presidente, es que su efigie ha sido la más vendida de todos los tiempos. Pero los ejemplares se agotaron en noviembre”.
El Centro de Estudios Económicos de la Cámara de Comercio de Lima, instituto ajeno a cualquier izquierdismo, acaba de indicar que las exportaciones agrarias cayeron 9,9% en el período enero-setiembre de 2008. Ese índice es concluyente para todo el año, puesto que las mayores cosechas peruanas, y, por lo tanto, la mayor oferta exportable, se dan en el primer semestre.
En el mismo lapso, el consumo interno se redujo en 14%. Esto significa que los agricultores tuvieron menos mercado y, por consiguiente, menores precios.
¿Cómo pudo reducirse la pobreza en esas condiciones, cuando sabemos que el foco de la pobreza está en el campo, y en momentos en que se encoge el consumo general?
Los análisis más serios de la economía mundial desautorizan, por otra parte, el optimismo ciego de nuestro primer mandatario. Un editorial de The Economist del 19 de diciembre se titula: “La gran estabilización. La recesión fue menos calamitosa que lo que muchos temían. Sus secuelas pueden ser mucho más peligrosas que lo que muchos esperan”.
Algunos datos de la revista londinense empañan el optimismo de García: “Ajustes fiscales ahora podrían matar la recuperación de los países ricos. Y la política monetaria que tiene sentido para la economía doméstica de Estados Unidos se añadirá a los problemas que enfrenta el mundo en emergencia”.
En la misma edición hay un texto de homenaje al recién fallecido Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía 1970, decidido adversario de Milton Friedman y de su dogmatismo neoliberal. “Samuelson comprendió”, se lee en el obituario, “que más allá de la torre de marfil rara vez existen las condiciones necesarias para mercados eficientes; éstos necesitan regulación”.
“Los mercados libres no se estabilizan a sí mismos… El libertarianismo es su propio peor enemigo”, había escrito Samuelson.
Y también: los sombríos vaticinios de Friedman, y, antes de Friedman, de von Hayek, acerca de la regulación de los mercados, nos dicen algo sobre ambos más que sobre Gengis Khan o Franklin Roosevelt”.
La crisis y sus secuelas están dando la razón a Samuelson. En materia económica el doctor García tiene nota CERO.
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
fuente:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columna-del-director_11.do
“Quememos el muñeco del pesimismo”, clamó el presidente de la República. Quizás tenía presente lo que, según cronistas, le ocurrió hace poco. Dijo, jubiloso, a su entorno: “He recorrido veinte quioscos de esos que venden muñecos para quemar en Año Nuevo, y nadie tiene uno con mi imagen”.
Alguien le aclaró: “Lo que pasa, señor presidente, es que su efigie ha sido la más vendida de todos los tiempos. Pero los ejemplares se agotaron en noviembre”.
El Centro de Estudios Económicos de la Cámara de Comercio de Lima, instituto ajeno a cualquier izquierdismo, acaba de indicar que las exportaciones agrarias cayeron 9,9% en el período enero-setiembre de 2008. Ese índice es concluyente para todo el año, puesto que las mayores cosechas peruanas, y, por lo tanto, la mayor oferta exportable, se dan en el primer semestre.
En el mismo lapso, el consumo interno se redujo en 14%. Esto significa que los agricultores tuvieron menos mercado y, por consiguiente, menores precios.
¿Cómo pudo reducirse la pobreza en esas condiciones, cuando sabemos que el foco de la pobreza está en el campo, y en momentos en que se encoge el consumo general?
Los análisis más serios de la economía mundial desautorizan, por otra parte, el optimismo ciego de nuestro primer mandatario. Un editorial de The Economist del 19 de diciembre se titula: “La gran estabilización. La recesión fue menos calamitosa que lo que muchos temían. Sus secuelas pueden ser mucho más peligrosas que lo que muchos esperan”.
Algunos datos de la revista londinense empañan el optimismo de García: “Ajustes fiscales ahora podrían matar la recuperación de los países ricos. Y la política monetaria que tiene sentido para la economía doméstica de Estados Unidos se añadirá a los problemas que enfrenta el mundo en emergencia”.
En la misma edición hay un texto de homenaje al recién fallecido Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía 1970, decidido adversario de Milton Friedman y de su dogmatismo neoliberal. “Samuelson comprendió”, se lee en el obituario, “que más allá de la torre de marfil rara vez existen las condiciones necesarias para mercados eficientes; éstos necesitan regulación”.
“Los mercados libres no se estabilizan a sí mismos… El libertarianismo es su propio peor enemigo”, había escrito Samuelson.
Y también: los sombríos vaticinios de Friedman, y, antes de Friedman, de von Hayek, acerca de la regulación de los mercados, nos dicen algo sobre ambos más que sobre Gengis Khan o Franklin Roosevelt”.
La crisis y sus secuelas están dando la razón a Samuelson. En materia económica el doctor García tiene nota CERO.
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
fuente:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columna-del-director_11.do
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