Universidad: olas peruanas
El presidente Alan García fustigó ayer la proliferación de universidades privadas que han creado filiales por doquier y en las cuales la nota más alta la obtienen los propietarios.
El jefe del Estado parecía ignorar que acababa de conversar con uno de los más prósperos negociantes de la universidad privada: su ministro de Educación, José Antonio Chang Escobedo, y que la universidad privada más escandalosamente corrupta, es un nido de apristas de la cúpula, incluido su tío Jorge Ramos Ronceros, primo de su padre. Dicho tío es dueño en Miraflores de un local que alquila a la Universidad Alas Peruanas y además organiza festines para políticos y jueces.
Chang es el hombre que hasta privatizó el ministerio, puesto que vendió su local de San Borja y lo desperdigó en espacios ajenos. Con irrespeto digno de su incultura, Chang ha instalado oficinas en el Museo de la Nación y hasta en la Biblioteca Nacional.
El ministro es, además, dueño de una casa de estudios privada.
Lo cierto es que desde que el neoliberalismo se implantó en el Perú, por orden del FMI y del Banco Mundial, con el apoyo ideológico de Hernando Soto, más conocido como Hernando de Soto, la privatización de la enseñanza avanzó sin freno. A nadie sorprende por eso que en la Asamblea Nacional de Rectores tengan mayoría los personeros de entidades privadas.
La doctrina educacional del Banco Mundial sostenía que en los países en vías de desarrollo había que otorgar el apoyo mayor a la educación básica (la que puede formar peones) y desalentar la universidad pública, puesto que, afirmaba, quienes siguen estudios superiores son unos privilegiados, que bien pueden pagar por obtener el cartón profesional.
Esa ideología reaccionaria olvidaba, y olvida, que la universidad privada es ante todo un negocio. Que lo digan Raúl Diez Canseco, Lourdes Flores y el propio Chang Escobedo.
Por su parte, los Chang y otros gerifaltes del aprismo olvidan que Víctor Raúl Haya de la Torre, como antes José Carlos Mariátegui, José Antonio Encinas y Hugo Pesce, exigió que todos los niveles de la educación fueran gratuitos.
Como se sabe, la universidad de Europa Occidental es pública y gratuita, y nadie puede desconocer su alto nivel en formación e investigación en todos los campos. En las universidades alemanas, por ejemplo, se cobra sólo una suma módica por seguro de salud, seguro que incluye tratamiento, hospitalización y medicación hasta para los casos más graves y duraderos.
En el Perú, la universidad pública es la cenicienta de la familia. Paga sueldos franciscanos, carece de estímulos para la investigación, no tiene dinero para libros recientes y revistas especializadas, es menesterosa de bibliotecas, laboratorios e informática.
Nada de eso preocupa al doctor García.
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columna-del-director_11.do
El jefe del Estado parecía ignorar que acababa de conversar con uno de los más prósperos negociantes de la universidad privada: su ministro de Educación, José Antonio Chang Escobedo, y que la universidad privada más escandalosamente corrupta, es un nido de apristas de la cúpula, incluido su tío Jorge Ramos Ronceros, primo de su padre. Dicho tío es dueño en Miraflores de un local que alquila a la Universidad Alas Peruanas y además organiza festines para políticos y jueces.
Chang es el hombre que hasta privatizó el ministerio, puesto que vendió su local de San Borja y lo desperdigó en espacios ajenos. Con irrespeto digno de su incultura, Chang ha instalado oficinas en el Museo de la Nación y hasta en la Biblioteca Nacional.
El ministro es, además, dueño de una casa de estudios privada.
Lo cierto es que desde que el neoliberalismo se implantó en el Perú, por orden del FMI y del Banco Mundial, con el apoyo ideológico de Hernando Soto, más conocido como Hernando de Soto, la privatización de la enseñanza avanzó sin freno. A nadie sorprende por eso que en la Asamblea Nacional de Rectores tengan mayoría los personeros de entidades privadas.
La doctrina educacional del Banco Mundial sostenía que en los países en vías de desarrollo había que otorgar el apoyo mayor a la educación básica (la que puede formar peones) y desalentar la universidad pública, puesto que, afirmaba, quienes siguen estudios superiores son unos privilegiados, que bien pueden pagar por obtener el cartón profesional.
Esa ideología reaccionaria olvidaba, y olvida, que la universidad privada es ante todo un negocio. Que lo digan Raúl Diez Canseco, Lourdes Flores y el propio Chang Escobedo.
Por su parte, los Chang y otros gerifaltes del aprismo olvidan que Víctor Raúl Haya de la Torre, como antes José Carlos Mariátegui, José Antonio Encinas y Hugo Pesce, exigió que todos los niveles de la educación fueran gratuitos.
Como se sabe, la universidad de Europa Occidental es pública y gratuita, y nadie puede desconocer su alto nivel en formación e investigación en todos los campos. En las universidades alemanas, por ejemplo, se cobra sólo una suma módica por seguro de salud, seguro que incluye tratamiento, hospitalización y medicación hasta para los casos más graves y duraderos.
En el Perú, la universidad pública es la cenicienta de la familia. Paga sueldos franciscanos, carece de estímulos para la investigación, no tiene dinero para libros recientes y revistas especializadas, es menesterosa de bibliotecas, laboratorios e informática.
Nada de eso preocupa al doctor García.
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
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