Putis, como Auschwitz
El 13 de diciembre de 1984, 123 comuneros de Putis en Huanta, Ayacucho, fueron obligados por miembros del Ejército a cavar una enorme fosa con el pretexto de que allí iban a instalar una piscigranja. Después los asesinaron de seis en seis y los enterraron en esa fosa.
Los campesinos habían estado refugiados en los cerros por temor de la violencia que imperaba en la zona. Sendero Luminoso ingresaba de continuo en el pueblo, y lo instaba a incorporarse a la lucha armada.
En esa coyuntura, el Ejército instaló allí una base.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación acogió esta declaración de un militar testigo de la matanza:
“ ...Hubo un llamado de pacificación: vengan, no va a pasar nada, por eso estamos acá. [...] Se recogió a la gente de todos los cerros. Ellos han venido con todas sus cosas a Putis para formar un centro poblado, porque pensaban que iban a estar más tranquilos al lado de la base [...]. Los trajeron por la mañana y los pusieron en ese caserón. Los engañaron, les dijeron vamos a hacer una piscigranja. Acá vamos a hacer un cuadrado de tantos por tantos metros. Fueron más de tres horas. Todos los varones hicieron su propia fosa, ellos mismos. Los comenzaron a matar de seis en seis”.
Hace poco, con motivo del 50 aniversario de la reapertura de la Universidad de Huamanga, fui invitado a un foro sobre la universidad peruana. En una pausa, visité una feria de artesanía.
Al salir de la feria, me di con la sorpresa de que en la plaza estaban instalando un estrado para un acto de solidaridad con Putis. El propósito era recaudar fondos para la construcción de un cementerio destinado a las víctimas de Putis.
El azar quiso que una dama que gentilmente me acompañaba, sorprendida también por el estrado, reconociera que allí estaba el profesor Iber Maraví, presidente del Comité de Defensa del Pueblo de Ayacucho.
“Él es también guitarrista y cantautor”, me explicó mi anfitriona. Al poco rato, Maraví ejecutó su composición dedicada a la tragedia, uno de cuyos versos dice: “por qué me haces cavar, jefecito, / si no hay nada que sembrar”.
Un periodista radial se percató de mi presencia y me pidió una entrevista. Le recordé entonces lo que yo había escrito en esta columna el 16 de setiembre de 2008, a raíz de una exposición sobre esa matanza en que cayeron 96 adultos y 27 niños.
Me arrancó lágrimas ver las ropitas de los pequeños exhibidas en programa televisual de César Hildebrandt.
En aquella ocasión recordé que los nazis de Auschwitz hacían cavar fosas a los judíos que luego iban a matar. Hacían danzar a los condenados al compás de violines. El gran poeta Paul Celan lo recordó en Todesfuge (Fuga de muerte).
Hoy, el gobierno niega reparaciones a los deudos de Putis. Pero ofrece construirles una piscigranja…
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
Los campesinos habían estado refugiados en los cerros por temor de la violencia que imperaba en la zona. Sendero Luminoso ingresaba de continuo en el pueblo, y lo instaba a incorporarse a la lucha armada.
En esa coyuntura, el Ejército instaló allí una base.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación acogió esta declaración de un militar testigo de la matanza:
“ ...Hubo un llamado de pacificación: vengan, no va a pasar nada, por eso estamos acá. [...] Se recogió a la gente de todos los cerros. Ellos han venido con todas sus cosas a Putis para formar un centro poblado, porque pensaban que iban a estar más tranquilos al lado de la base [...]. Los trajeron por la mañana y los pusieron en ese caserón. Los engañaron, les dijeron vamos a hacer una piscigranja. Acá vamos a hacer un cuadrado de tantos por tantos metros. Fueron más de tres horas. Todos los varones hicieron su propia fosa, ellos mismos. Los comenzaron a matar de seis en seis”.
Hace poco, con motivo del 50 aniversario de la reapertura de la Universidad de Huamanga, fui invitado a un foro sobre la universidad peruana. En una pausa, visité una feria de artesanía.
Al salir de la feria, me di con la sorpresa de que en la plaza estaban instalando un estrado para un acto de solidaridad con Putis. El propósito era recaudar fondos para la construcción de un cementerio destinado a las víctimas de Putis.
El azar quiso que una dama que gentilmente me acompañaba, sorprendida también por el estrado, reconociera que allí estaba el profesor Iber Maraví, presidente del Comité de Defensa del Pueblo de Ayacucho.
“Él es también guitarrista y cantautor”, me explicó mi anfitriona. Al poco rato, Maraví ejecutó su composición dedicada a la tragedia, uno de cuyos versos dice: “por qué me haces cavar, jefecito, / si no hay nada que sembrar”.
Un periodista radial se percató de mi presencia y me pidió una entrevista. Le recordé entonces lo que yo había escrito en esta columna el 16 de setiembre de 2008, a raíz de una exposición sobre esa matanza en que cayeron 96 adultos y 27 niños.
Me arrancó lágrimas ver las ropitas de los pequeños exhibidas en programa televisual de César Hildebrandt.
En aquella ocasión recordé que los nazis de Auschwitz hacían cavar fosas a los judíos que luego iban a matar. Hacían danzar a los condenados al compás de violines. El gran poeta Paul Celan lo recordó en Todesfuge (Fuga de muerte).
Hoy, el gobierno niega reparaciones a los deudos de Putis. Pero ofrece construirles una piscigranja…
César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com
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